Muchos nos preguntáis por qué no usamos pinos en nuestras restauraciones forestales. Existe en el mundo ecologista y medioambientalista una cierta mala prensa sobre las diferentes especies de pinos ibéricos. Los pinos son acusados de propiciar incendios, reducir la biodiversidad, acidificar el suelo, convertirse casi en una plaga, e incluso, a veces, son calificados de 'franquistas'. Vamos a relatar en este blog algunos aspectos relativos a las distintas especies de pinos ibéricos, en especial al pino carrasco, así como la historia de la restauración forestal en España, que ha estado basada muy principalmente en el pino como especie casi única de repoblación.
Los pinos ibéricos.
Seis son las especies de pino autóctonas de la Península Ibérica: el pino carrasco (Pinus halepensis), el Pino piñonero (Pinus pinea), el pino rodeno o marítimo (Pinus pinaster) - denominado así por su excepcional aptitud para la construcción naval-, el pino laricio (Pinus nigra), el pino silvestre o de Valsaín (Pinus sylvestris) - que forma preciosos bosques en las sierras de Segovia- y el pino negro (Pinus uncinata) - propio de altas cumbres de los montes septentrionales de la Península-. Junto con el pino canario (Pinus canariensis), forman las siete especies de pinos autóctonos de España.
De las seis especies ibéricas de pino, dos son las que podemos ver formando parte de nuestros montes de Cartagena y La Unión: el pino carrasco y el pino piñonero.
El pino piñonero (Pinus pinea)
Pino piñonero en Cádiz.
El pino piñonero o pino doncel es un gran árbol autóctono del Mediterráneo. Tiene un tronco columnar que se abre en varias ramas en la parte superior. Su fruto es una piña grande de la que se extraen los piñones. Es un árbol que podemos encontrar frecuentemente en amplias zonas de la costa andaluza y catalana, así como sobre suelos arenosos silíceos de la meseta central. Es también el pino que forma parte de la típica imagen de la ciudad de Roma.
Pinos piñoneros en el foro de Roma.
El origen del pino piñonero en el Campo de Cartagena es discutido. A priori, nuestros suelos calizos no son el hábitat más apropiado para esta especie. Además, la mayor parte de los ejemplares existentes los encontramos vinculados habitualmente a casas de campo, donde de forma tradicional eran plantados para el aprovechamiento de sus piñones. Por estas razones, se ha considerado que el pino piñonero es una especie introducida en nuestra zona. Sin embargo, en el yacimiento arqueológico de la Punta de los Gavilanes de Mazarrón, se han descubierto restos tanto del uso de madera de pino piñonero en la construcción de chozas, como del consumo de piñones por poblaciones locales de la edad del bronce, lo que hace suponer a algunos autores que esta especie estaba presente por nuestros campos de forma natural hace algunos miles de años.
Pino piñonero en una casa de campo en Perín. Fotografía de Antonio Ferrer.
De forma aparentemente silvestre, nosotros sólo hemos podido ver este tipo de pino en el entorno de La Atalaya, tras la barriada de Villalba, donde existe un rodal de unas decenas de pinos piñoneros muy antiguos, posiblemente centenarios, algunos de cuyos ejemplares resultaron muy afectados por la sequía de 2014, resultando muertos varios de ellos. También tienen apariencia silvestre los piñoneros del Cabezo del Horno de Calblanque.
En la Región de Murcia, la mejor población natural de pinos piñoneros la encontramos en el Cabezo de la Jara de Puerto Lumbreras sobre suelos silíceos, los propios de esta especie.
El pino carrasco (Pinus halepensis).
El pino carrasco es, con mucha diferencia, el pino más extendido por nuestra zona. Se diferencia del pino piñonero por su porte más irregular, con troncos menos rectos y ramas que salen muchas veces desde la parte baja del tronco presentando un aspecto más 'desordenado'. La corteza es además más grisácea que la del pino piñonero.
Esta especie podemos verla formando grandes pinares en amplias superficies de nuestras sierras litorales, desde Calblanque hasta Cabo Tiñoso.
Pinares de pino carrasco en Cabo Tiñoso.
El pino carrasco es un árbol extraordinariamente frugal y muy bien adaptado a nuestro clima del sureste: es capaz de asentarse en casi cualquier tipo de suelo, incluso en los rocosos más descarnados, y aguanta perfectamente los larguísimos periodos de sequía propios de la aridez de nuestro clima.
Breve historia de nuestros montes y sus restauraciones.
Para continuar con el relato sobre los pinos en España y en nuestras sierras, debemos primero hacer un breve recorrido histórico sobre la evolución de nuestros montes.
Primeras deforestaciones masivas del siglo XVIII.
Hasta el siglo XVIII, la mayor parte de los montes españoles se
encontraban en un estado relativamente saludable desde el punto de vista
medioambiental. Se habían producido algunos episodios masivos de talas
de bosques, como el que deforestó un extenso sector de la Cordillera Cantábrica para la construcción de la Armada Invencible de Felipe II, pero, en general, con una economía de muy baja productividad y estancada y un país bastante despoblado, la presión sobre el medio natural era muy baja y la mayor parte del territorio se encontraba aún relativamente vírgen.
El siglo XVIII comienza con la dinastía de los borbones en España y, con ellos, llega una nueva política ilustrada e industrializadora que se plasma en nuestra zona en el gran proyecto del Arsenal de Cartagena para la construcción y base de los buques de la Armada. El consumo de madera de la industria naval, así como el aumento de la población de la ciudad determinan un sustancial aumento de la presión sobre el entorno natural. Las atarazanas de Cartagena se convierten en unas grandes consumidoras de madera y, una vez agotados los recursos del entorno más próximo, se tiene que recurrir a la importación de madera desde otras zonas, como Ibiza o Cataluña. En 1748 el rey Fernando VI dicta las ordenanzas de montes que suponen la creación de la Provincia Marítima de la Sierra de Segura que queda adscrita al departamento marítimo de Cartagena. El objetivo de estas ordenanzas es el de garantizar para la construcción naval de los astilleros de Cartagena el suministro de madera de pino rodeno o marítimo (Pinus pinaster), una especie de pino especialmente apta para la construcción de buques por su extraordinaria resistencia y la rectitud de su porte. Durante el reinado de Carlos III, se retoma en 1775 el faraónico proyecto de construcción de un canal navegable de 156 km. desde los ríos Castril y Guardal en el norte de la provincia de Granada hasta la ciudad de Cartagena que sirviera tanto para el abastecimiento de agua a los campos de la ciudad, como para el transporte fluvial de madera hasta el Arsenal. La dificultad de una obra de ingeniería de tal envergadura hizo que se abandonara finalmente este proyecto que quedó inconcluso.
Trabajos en el Arsenal de Cartagena durante el siglo XVIII
Este proceso de deforestación masiva iniciado en época de los borbones es extensible a todos los polos industriales creados al amparo de las políticas ilustradas de la época.
Las desamortizaciones del siglo XIX.
Durante el siglo XIX se produce en España un proceso liberalizador de la propiedad del suelo basado en las desamortizaciones de las fincas que se consideraban inactivas o 'muertas'. Desde la primera desamortización, en tiempos de Godoy, hasta las últimas de Madoz, enormes superficies de terreno virgen en manos de la Iglesia, los ayuntamientos, las órdenes militares o el Estado pasan a manos privadas.
De todas ellas, la que tiene consecuencias más devastadoras para el medio ambiente es la desamortización de Madoz de 1855. Durante el bienio progresista del reinado de Isabel II se subastan, entre otras, las denominadas 'tierras comunales' que pertenecían desde la Edad Media a los concejos o ayuntamientos. Estos montes comunales eran aprovechados por los vecinos para la recogida de leña, la caza o el pastoreo, no pudiendo ser roturados para su explotación agrícola por los particulares. En Cartagena, estas tierras comunales eran arrendadas durante el invierno por el concejo a los pastores de la Mesta para el pastoreo del ganado lanar, obteniendo sustanciosas rentas de las mismas.
Pascual Madoz
Con la desamortización de Madoz, gigantescas superficies de terrenos comunales, propiedad de los vecinos, son vendidas a propietarios particulares, pagando éstos los precios de las subastas con la venta de la madera de las encinas, alcornoques, quejigos, robles, pinos y demás especies presentes en las propias parcelas subastadas. A falta de carbón mineral barato en España, los hornos de la incipiente industria siderúrgica, metalúrgica y minera estuvieron durante años alimentándose vorazmente del carbón vegetal procedente de los árboles de las tierras subastadas. Cuando el suministro de carbón vegetal se agotó, muchas de estas industrias - especialmente la siderometalurgia andaluza- se vieron abocadas a la quiebra ante la imposibilidad de conseguir combustible a precio competitivo. Tras el cierre de estas empresas, el paisaje de los montes españoles había cambiado para siempre. La desamortización de Madoz constituye, posiblemente, el mayor desastre ecológico de toda la historia de nuestro país.
Los primeros pasos de restauración forestal en España: Ricardo Codorniu.
Tras la desamortización de Madoz, la situación de los montes españoles a finales del siglo XIX era de una total devastación. Esta situación de nuestros montes ocasionaba impactos directos sobre la población muy dramáticos; tras la catastrófica riada de Santa Teresa del día 15 de octubre de 1879, el gobierno de España decide encargar al ingeniero cartagenero Ricardo Codorniu la recuperación de la masa forestal de Sierra Espuña con el fin de evitar las ingentes pérdidas humanas y económicas causadas por las recurrentes lluvias torrenciales, propias de nuestro clima mediterráneo.
Ricardo Codorniu reforestando con una cuadrilla de peones en Sierra Espuña.
En 1889 Codorniu se pone manos a la obra y comienza la ingente tarea de reforestar toda sierra Espuña. La urgencia de la situación y la extrema degradación del suelo hacen optar a Codorniu por la utilización masiva del pino carrasco - una especie de muy rápido crecimiento y que se adapta a las condiciones más duras- como clave para la recuperación de la funcionalidad retenedora del agua y del suelo.
En 1897, Codorniu es también llamado para acometer la consolidación de las dunas de Guardamar de Segura, cuyo constante avance amenazaba con sepultar el pueblo. Como en el caso de sierra Espuña, Codorniu decidió frenar el empuje de los arenales por medio de la plantación de pino carrasco.
El pueblo de Guardamar de Segura a punto de ser 'engullido' por la arena.
La labor de Codorniu, sobre todo teniendo en cuenta los medios de la época, fue titánica y es considerada un ejemplo de restauración forestal pionera en el mundo. Sus efectos son, aún a día de hoy, determinantes en el entorno.
Valle en Sierra Espuña a finales del siglo XIX.
El mismo valle de la foto anterior, hoy en día.
Reportaje de Televisión Española sobre Sierra Espuña y la obra de Ricardo Codorniu.
El plan forestal de Ceballos de 1939.
En 1938, en plena guerra civil, el Gobierno Provisional de Burgos del ejército sublevado encarga a los ingenieros de montes Luis Ceballos y Joaquín Ximénez de Embún la redacción de un plan forestal para la recuperación de los montes españoles. El proyecto es entregado al gobierno en 1939 con el título de 'plan general de repoblación de España'.
Luis Ceballos.
La finalidad de este plan no era tanto medioambiental como de corrección hidrológico-forestal así como de garantizar el suministro nacional de madera. Retomando los proyectos hidrológicos de la Segunda República, el gobierno de Franco se propone la construcción de numeros pantanos por todo el territorio nacional, para lo cual era fundamental asegurar que éstos no quedaran inutilizados por la acumulación de sedimentos causados por la erosión de los montes carentes de una cobertura vegetal que retuviera las escorrentías.
El ambicioso objetivo establecido por Ceballos era el de repoblar 6 millones de hectáreas en un plazo de 100 años. Su plan contemplaba usar las diferentes especies de pinos donde el suelo se encontrara muy degradado y no fuera posible utilizar otras especies, y emplear frondosas (encinas, alcornoques, robles, etc.) donde el suelo mostrara mejores condiciones. El plan también contemplaba a largo plazo, una vez asentados los pinos y estabilizado el terreno, la paulatina sustitución de éstos por otras especies autóctonas. Para haber sido hecho en 1939, y a pesar de que la intención del plan de repoblación no era ecológica, Ceballos mostraba una sensibilidad medioambiental muy avanzada para su época.
Terminada la guerra, el gobierno de Franco se apresta a llenar de pinos todo el territorio nacional. Las diferentes especies de pinos autóctonas eran muy fáciles y baratas de producir y aseguraban un rápido y exitoso asentamiento en el terreno.
Vídeo del NODO en el que se muestra al Frente de Juventudes en una jornada de repoblación de pinos en los montes de León.
Las repoblaciones del franquismo en Cartagena.
Al igual que ocurría en el resto del país, los montes de nuestra comarca se encontraban totalmente esquilmados a principios del siglo XX.
Falda del monte San Julián, carretera a Escombreras.
Siguiendo las directrices del gobierno, a partir de 1939, las autoridades provinciales comienzan a poner en marcha el plan de Ceballos en nuestra comarca.
Así, en fecha anterior a 1947, se construye una casa forestal en el Barrio de la Concepción y se comienza a producir en masa plantones de pino carrasco (Pinus halepensis) para los montes de Cartagena y La Unión.
Casa forestal en el Barrio de la Concepción en 1947. Fuente: Fototeca forestal española.
Apertura de hoyos, abonado con estiercol y colocación de semilla de pino en la casa forestal del Barrio de la Concepción bajo la supervisión del guarda forestal.1948. Fuente: Fototeca forestal española.
Cuando las competencias de medio ambiente fueron transferidas a las comunidades autónomas, este vivero del Barrio de la Concepción fue transferido al gobierno de la Región de Murcia, quien, a su vez, cedió su uso a la Asociación de Naturalistas del Sureste que es quien lo gestiona en la actualidad para la producción de planta autóctona.
La repoblación de los montes es encargada en Cartagena a la Marina de Guerra, propietaria de enormes extensiones de terreno desde la batería de Castillitos en Cabo Tiñoso hasta la de Cenizas, en Portmán. La Armada empleó a la marinería en las tareas de replantación de los montes militares con los plantones producidos en el vivero del Barrio de la Concepción.
Cartel anunciando las repoblaciones en la entrada al cuartel de La Algameca. Al fondo La Atalaya. 1958.
Fuente: Fototeca forestal española.
Fuente: Fototeca forestal española.
Visita del Director Genera del Patrimonio a los montes de Cartagena. Penal de Marina en Santa Lucía 1947. Fuente: Fototeca forestal española.
Repoblaciones con La Marina de Guerra. Polvorines de "La Guía" 1947.
Fuente: Fototeca forestal española.
Fuente: Fototeca forestal española.
Plantación de pino carrasco junto a la carretera de Escombreras. Repoblaciones en consorcio con la Marina de Guerra. 1958, Fuente: Fototeca forestal española.
En la zona de Tentegorra, las principales actuaciones de repoblación forestal son llevadas a cabo por la Mancomunidad de los Canales del Taibilla. Este organismo fue creado en 1927 con la finalidad de abastecer de agua a la ciudad de Cartagena y su Arsenal Militar desde el río Taibilla en Nerpio (Provincia de Albacete). Tras la guerra civil, se retoman las obras y el agua llega, por fin, a Cartagena en 1945. Con el impulso del director de la Mancomunidad entre 1939 y 1964, don Rafael de la Cerda, la Mancomunidad acomete la repoblación forestal tanto de la zona del embalse del Taibilla, con el fin de asegurar la funcionalidad de éste, como la de los depósitos sitos en Cartagena. Hacia 1946 se construye un vivero forestal en la subida a Tentegorra, se recolecta semilla de los pinos de las sierras de Nerpio y comienza la producción de planta para reforestar. Toda la enorme pinada existente en el entorno de los depósitos de los Canales del Taibilla, desde el cruce de Cuatro Caminos, se debe a las repoblaciones de esta época. (Fuente: transmisión oral de Juan Agüera Victoria, trabajador de la MCT desde el año 1947).
Visita de Franco a los Canales del Taibilla en 1945. Junto a él, el Almirante Bastarreche y Rafael de la Cerda, director de la MCT.
Pinada en la subida a Tentegorra, obra de la MCT.
La trascendencia de estas actuaciones en nuestros montes es enorme. La configuración actual de los bosques de Cartagena se las debemos, en gran parte, a las iniciativas de repoblación llevadas a cabo después de la guerra.
Podemos comparar, por ejemplo, cómo estaba el monte de Galeras, a la entrada del puerto de Cartagena, a finales del siglo XIX y qué aspecto presentaba cien años después.
También los extensos pinares de Carrascoy proceden de las repoblaciones hechas después de la guerra.
Bueno, ¿Y qué pasa entonces con los pinos?
Si has llegado hasta aquí, te preguntarás cuál es entonces el problema de las repoblaciones forestales realizadas con pinos y su mala reputación entre el colectivo medioambientalista. Pues resulta que en los años ochenta, llegado el momento en el que hubiera correspondido, según el plan de Ceballos, comenzar a sustituir gradualmente las repoblaciones de pinos por las frondosas correspondientes, como robles, encinas, quejigos, alcornoques, etc., se produjo el traspaso de las competencias sobre medio ambiente a las diferentes comunidades autónomas. Seguramente, como la principal función de la plantación de pinos, que era la de sujetar el suelo, estaba cumplida y no existía una demanda social de unos ecosistemas más naturales y equilibrados, las autoridades del momento decidieron no seguir invirtiendo en la restauración de ecosistemas. Los tiempos de recuperación de la naturaleza no se corresponden con los plazos electorales. Al fin y al cabo, los montes ya estaban verdes y las pinadas se quedaron como estaban.
El primer problema que plantean las plantaciones monoespecíficas de pinos es que no son bosques. Un bosque es un ecosistema complejo, con diferentes estratos arbóreos en los que medran diversas especies de árboles, arbustos y herbáceas, cada una con su ciclo diferente de floración y fructificación, sustentando durante todo el año a una variadísima comunidad de animales, hongos y microorganismos que viven en él.
En las replantaciones de pinos nos encontramos habitualmente una sola especie, con ejemplares del mismo tamaño, habitualmente alineados, y ningún sotobosque.
Replantación de pinos en El Chorrillo de La Unión.Vemos que bajo el dosel de pinos no crece absolutamente nada.
Estas
plantaciones de pinos son, con frecuencia, casi desiertos verdes en los que
sólo existen unas pocas especies de plantas y muy poca vida animal. Al acumularse además decenas de miles de ejemplares de una misma y única especie, las pinadas resultantes se convierten en muy vulnerables ante los ataques de las plagas, como la de la procesionaria o la del barrenillo del pino.
Pinar afectado por el barrenillo del pino en la Sierra del Algarrobo de Mazarrón. Fuente: Cumbres de Cartagena.
En algunas ocasiones incluso, los pinares de repoblación dificultan la sucesión serial del bosque hacia su vegetación potencial o climax, que es la vegetación que existiría en una determinada área en ausencia de perturbaciones humanas. Cuando se produce la degradación de un ecosistema, bien sea por causas naturales - por ejemplo, un incendio o una erupción volcánica- o por causa humana - la recuperación del ecosistema comienza desde unos estadios muy básicos, con la aparición de plantas herbáceas y, con el paso del tiempo, va evolucionando y se van generando las condiciones para la implantación de arbustos y árboles cada vez mayores, aumentando la biodiversidad, hasta que se llega a la denominada comunidad climácica, donde la utilización de los recursos y el espacio es la máxima posible y no cabe mayor evolución. Esta última sería la vegetación potencial.
En ocasiones, los pinos dificultan esa recuperación de la vegetación potencial generando sustancias alelopáticas que se acumulan en el suelo e impiden la implantación de otras especies de árboles o arbustos bajo sus copas.
Por otro lado, en nuestro clima, las acículas de pinos tardan muchísimo tiempo en descomponerse y generan la 'juma' o capa de varios centímetros de grosor de hojas de pino muertas que impiden el enraizamiento de muchísimas especies de plantas cuyas pequeñas raíces al germinar no son capaces de atravesar esta densa capa para llegar al suelo. Así, por ejemplo, en nuestra zona, la competencia con el pino carrasco está generando problemas de recuperación a algunas de algunas especies de flora emblemáticas en nuestros montes como el propio ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata), la jara de Cartagena (Cistus heterophyllus) o el brezo blanco (Erica arborea).
Los pinos son además especies pirófitas, es decir, que favorecen los incendios forestales y se aprovechan de ellos. La resina del pino es extremadamente inflamable, lo que unido a la acumulación de las acículas secas sobre el suelo, convierte a los bosques de pinos en auténticas bombas incendiarias en potencia. Cuando en un pinar ocurre un incendio forestal, tan frecuentes en los veranos de los climas mediterráneos, el fuego se extiende de forma desaforada y las piñas de los pinos estallan con el calor y expulsan al aire cientos de semillas que quedan esparcidas por la zona y depositadas en el suelo a la espera de las lluvias otoñales. Cuando éstas llegan, la humedad activa la germinación y toda la superficie se llena de pequeños brinzales de pino.
Germinación masiva de pinos carrascos tras el incendio de la sierra de La Muela de 2012.
Superficie atestada de pinos en Atamaría tras el incendio de 2011.
El resultado son bosques cada vez más densos de pino carrasco en los que esta especie se convierte en casi exclusiva, impidiendo el crecimiento de todas las demas y aumentando además exponencialmente el riesgo de nuevos incendios.
En algunos de nuestros montes, la recurrencia de los incendios forestales ha sido tan intensa que se han generado densísimas masas de pinos en los que se acumulan decenas de miles de árboles en muy poco espacio de terreno, impidiendo el paso de la luz y el crecimiento de otras especies y acumulando una enorme cantidad de combustible en forma de resina, ramas y hojas de pino secas y constituyendo un gran peligro en caso de incendio.
Densísima acumulación de pinos en Atamaría tras el paso de varios incendios forestales.
Densísima acumulación de pinos en Atamaría tras el paso de varios incendios forestales.
Sin embargo, tanto el pino carrasco, como el piñonero y el resto de pinos ibéricos son autóctonos y forman parte de numerosos hábitats, algunos de ellos extraordinariamente interesantes, en nuestro país. La presencia de polen de pino es constante en los análisis polínicos de yacimientos arqueológicos de la prehistoria, denotando una amplia distribución de los pinares de forma natural en el pasado: gran parte de los bosques de la España mediterránea eran pinares en el pasado.
¿Cuál es el problema entonces? El primer problema que plantean los pinares de repoblación surge cuando éstos están sustituyendo una vegetación potencial - la que existiría si no hubiera intevención antrópica - que no es un pinar. Esto ocurre cuando, por ejemplo, vemos enormes plantaciones de pinos en Galicia o Asturias ocupando el espacio de antiguos bosques de robles y hayas, o sustituyendo a los melojares del Sistema Central o a los alcornocales y encinares propios de Andalucía, Extremadura, La Mancha y muchos otros lugares de la España mediterránea.
Las
disfunciones generadas por estos bosques creados por el hombre se pagan
en forma de pérdida de biodiversidad, incendios y plagas.
Esto es exactamente lo que ocurre con amplias extensiones de los pinares de nuestras sierras litorales, en especial en amplias zonas de la sierra Minera de Cartagena-La Unión. Los pinares aquí están sustituyendo a una vegetación potencial que es mucho más interesante que estos pinares de repoblación. Es el caso de los bosques de ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata), un hábitat iberonorteafricano de enorme interés y extraordinaria biodiversidad, con especies muy singulares, únicas en el continente europeo.
En otros casos, por las condiciones edáficas y escasez de precipitaciones, el bosque resulta imposible y la vegetación potencial estaría compuesta por una maquia arbustiva de lentiscos, palmitos, espinos negros, cornicales, orovales, etc. En este caso, empeñarse en plantar pinos es una pérdida de tiempo y la naturaleza termina imponiendo su ley, como ocurrió durante la sequía de 2014 con enormes superfices de pinares plantados en zonas de solana del monte Roldán, Cabo Tiñoso, Cabezo Ventura, etc.
Miles de pinos muertos por la sequía de 2014 en Cabo Tiñoso. Bajo ellos aparece la auténtica vegetación potencial de la zona compuesta por palmitos, lentiscos y cornicales principalmente.
El segundo problema surge cuando las plantaciones están compuestas exclusivamente de pinos, que es lo que se hizo después de la guerra civil en muchos de nuestros montes. Lo que tenemos entonces no es un bosque sino una plantación de árboles, carente de biodiversidad y poco funcional desde el punto de vista ecológico.
¿Por qué no plantamos pinos entonces?
Habiendo llegado hasta aquí, creo que será fácil entender cuál es nuestra postura con respecto a los pinos: Los pinos son autóctonos y forman parte de nuestros ecosistemas, sin embargo, no los plantamos porque nos interesa mucho más reforzar las especies que han sido relegadas en favor de los pinares y que conforman en nuestros montes un tesoro de biodiversidad.
Es también uno de los objetivos de nuestra asociación el difundir el valor que las formaciones arbustivas, a veces por encima de muchos bosques, tienen desde el punto de vista medioambiental, conformando muchas de ellas hábitats de extraordinario valor y riqueza, con especies únicas en Europa y merecedoras de la mayor atención por nuestra parte.
En el proyecto Cabo Tiñoso Revive, nos hemos empleado en la recuperación del hábitat 5210 'Matorrales arborescentes con Juniperus'. En él hemos plantado numerosas especies propias de este hábitat como enebros, sabinas negras, lentiscos, palmitos y cornicales. En la foto, Pablo llevando una bandeja de cornicales (Periploca angustifolia), una de las joyas botánicas de nuestras sierras litorales.
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Algunas referencias y lecturas interesantes.