"Judea es verdaderamente célebre por las grandes palmeras, cuya naturaleza será ahora referida.
Sin duda, hay palmeras profusamente en Europa y en Italia, pero no dan fruto.
En las costas de Hispania sí llevan fruto, pero es de sabor áspero;
en África, sin embargo, el fruto es dulce, pero rápidamente se corrompe".
De esta manera describía en el siglo I d.C el escritor romano Plinio el Viejo, las palmeras de las orillas del Mar Mediterráneo en el libro XIII de su Naturalis Historia. Ya en este texto de Plinio se avanza uno de los descubrimientos más sorprendentes de la flora ibérica de los últimos tiempos: la existencia de una palmera autóctona del Levante español. Pero antes de relatar su descubrimiento, vamos a contaros un poco sobre las diversas especies de palmeras presentes en nuestras tierras.
Las diferentes especies de palmeras en el sureste ibérico.
Hasta hace bien poco tiempo se describía al palmito (Chamaerops humilis) , junto con la palmera de Creta (Phoenix teophrasti), como las únicas palmeras autóctonas del continente europeo, dándose por supuesto que la palmera datilera (Phoenix dactilyfera) había sido introducida en Iberia en tiempos inmemoriales por los fenicios y su cultivo había sido extendido y promovido posteriormente en las huertas de Alicante, Valencia y Región de Murcia por los árabes.
Palmitar bajo Peñas Blancas en el Parque Regional de la Sierra de La Muela, Cabo Tiñoso y Roldán, Cartagena.
El palmito (Chamaerops humilis).
El palmito es un arbusto fundamental en los ecosistemas del sureste, dando estructura a numerosos hábitats de nuestros montes y, junto con el lentisco (Pistacia lentiscus), conforma la vegetación potencial de buena parte del Campo de Cartagena. También está presente de manera estructural en los hábitat de cornicales de Periploca angustifolia, en los bosques de ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata) y en los sabinares costeros de Juniperus phoenicea, entre otros.
En su descripción de los montes de Cartagena de 1589, Fray Jerónimo Hurtado ya menciona la abundante presencia de esta especie en nuestros campos:
"En cuanto al monte, es lo más lentisco y esparto... algunos pinos y acebuches y enebros y muchas palmeras de las pequeñas"
Palmitar en el entorno de Galifa, con la Sierra de La Muela al fondo.
El palmito era denominado en Cartagena palmera o margallón, término éste procedente del catalán, y forma parte esencial del paisaje y la etnografía del Campo de Cartagena. La fibra de palmito se usaba tradicionalmente en nuestra comarca en la confección de todo tipo de artículos de cestería y cordelería, escobas, calzado, vestimentas o, incluso, rellenos de colchones (llamados 'moños'). En el museo arqueológico de Cartagena se conservan dos bonetes y un gorro cubre-espaldas de época romana realizados todos con fibra de palmito con el que los esclavos de la minería se protegían la espalda y la cabeza de la pesada carga del mineral que llevaban sobre sus hombros.
Bonetes de época romana realizados con fibra de palmito en el Museo Arqueológico de Cartagena.
Con la hoja del palmito se elaboraban objetos ornamentales denominados 'castillos' que eran colocados en jarrones para decorar.
Castillo elaborado con hojas de palmito por doña Pepita Madrid Torres. A la derecha, en un jarrón con espigas de trigo y flores secas.
El palmito era también protagonista de ciertas festividades, como las de San Antón (17 de enero) o del día de la Candelaria (2 de febrero), en las que se solían celebrar las tradicionales 'palmitás': salidas al campo en las que se consumían crudos los cogollos del palmito.
Debido al expolio secular al que hemos sometido a nuestros montes, estamos acostumbrados a categorizar a los palmitos como palmeras de porte enano. Sin embargo, en lugares apartados donde no ha llegado el hacha del hombre ni los rebaños de cabras y ovejas, éstos pueden llegar a vivir varios siglos y alcanzar portes de hasta seis o siete metros, como los ejemplares que descubrió nuestro compañero Eduardo Agüera en el acantilado del Poyo de la Raja, en Cabo Tiñoso. En Marruecos, Jesús Charco en su libro 'el bosque mediterráneo en el norte de África', cita la presencia de palmitos de entre 13 y 15 metros de altura en el interior de los morabitos, tumbas de santos, donde la vegetación es conservada intacta por respeto a lo sagrado del lugar. Podríamos, tal vez, imaginar en épocas pretéritas palmitos de esos portes en los suelos profundos y fértiles del Campo de Cartagena hoy ocupados por la agricultura intensiva.
Palmitos del Poyo de la Raja, catalogados como árboles monumentales. Fuente de la fotografía: árboles monumentales de Murcia y Cuenca del Segura. Tudmiria.
La palmera datilera (Phoenix dactylifera).
La palmera datilera viene formando parte del paisaje tradicional del Levante desde
hace milenios. Así, por ejemplo, representaciones de palmeras datileras aparecen ya en emisiones
monetarias cartaginesas ibéricas del siglo III a.C.
Shekel de plata cartaginés, emitido muy posiblemente en la ceca púnica de Qart Hadasht,
actual Cartagena, en el siglo III a.C y que representa - supuestamente-
a Anibal en una cara y a un caballo sobre una palmera datilera en la
otra.
Introducida la palmera datilera desde tiempos inmemoriales, probablemente por los fenicios, su cultivo fue extendido y fomentado por los árabes a lo largo de todo Levante, uniéndose íntimamente a la cultura tradicional del sureste de España y conformando parte esencial de la memoria y el patrimonio etnográfico de buena parte de las provincias de Alicante, Murcia, Almería y Valencia.
Palmera datilera monumental de 12 brazos en el pueblo de La Palma de Cartagena. Fotografía de José Antonio López Espinosa.
Así, el cuadrante suroriental de la Península Ibérica conserva los mejores y mayores palmerales de toda Europa, destacando, en primer lugar, el Palmeral de Elche, declarado patrimonio de la humanidad, pero también los de Orihuela, Abanilla o Archena.
En Cartagena, las palmeras datileras fueron protegidas en 1738 por las ordenanzas del Concejo para evitar que fueran esquilmadas.
Por cuanto se experimenta mucha falta de leña en los montes
y baldíos de esta ciudad, ordenamos y mandamos que en ellos ninguna persona
pueda arrancar ni quemar palmeras y sí sólo rozarlas para que se puedan
servir de las palmas para quemar los hornos u otros menesteres a que se
aplican, pena que lo contrario por cada palmera que arranquen o corten,
doscientos maravedís, aplicado conforme a la ordenanza, y por la segunda,
doblada la pena y quince días de cárcel.
En Cartagena existió un extenso palmeral en lo que hoy es el Barrio de la Concepción, denominado el Huerto de los Palmeros, propiedad de don Luis Angosto y que tuvo que ser ciertamente llamativo, pues fue el motivo principal de numerosas postales que se editaron a principios del siglo pasado. La corta distancia a la que fueron plantados indica que su fin era el de proteger con su sombra los cultivos en su interior. Este precioso palmeral desapareció tristemente hacia 1935 con los nuevos planes urbanísticos del siglo XX en la ciudad que supusieron la construcción de las viviendas de lo que actualmente se conoce como La Conciliación.
Vista del antiguo puente de Quitapellejos sobre la rambla de Benipila con el Huerto de Los Palmeros al fondo.
Huerto de los palmeros en el Barrio de la Concepción de Cartagena hacia 1915. Al fondo se aprecia el castillo de La Atalaya.
También contó con un extenso palmeral el Monasterio de San Ginés de La Jara, hoy lamentablemente expoliado y arruinado, tanto el cenobio como su huerto.
Fotografía antigua del huerto del Monasterio de San Ginés.
La palmera datilera está indisolublemente unida a la memoria de los jardines y huertos del Levante. De la palmera datilera se han utilizado sus dátiles en alimentación, tanto humana como animal, sus hojas en cestería y cordelería y sus troncos como vigas en construcción y como colmenas en apicultura.
Palmeras del huerto de la casa conocida como 'la 1900' en la Media Sala de Cartagena.
No podemos olvidar tampoco el uso religioso de las palmeras que eran encapirotadas para producir palmas blancas para la Semana Santa.
Palmas del domingo de ramos en Cartagena.
Enlazamos aquí un fragmento de una interesante conferencia de Concha Obón de Castro, bióloga especializada en palmeras en la Universidad Miguel Hernández de Elche.
La palmera canaria (Phoenix canariensis).
La palmera canaria se diferencia de la palmera datilera por su estípite (tronco) más regular, ancho y cilíndrico, sus hojas más cortas y sus dátiles más pequeños y no comestibles. Por su mayor regularidad y mayor calidad estética con respecto a la palmera datilera se viene utilizando en jardinería desde hace muchísimos años y su cultivo como ornamental se ha extendido por todo el mundo. En Cartagena, podemos ver los preciosos ejemplares centenarios del monumento a los héroes de Cavite y Santiago de Cuba.
En la plaza de los héroes de Cavite y Cuba de Cartagena podemos contemplar ejemplares juntos de las dos especies: los más antiguos y de tronco más regular y recto son las palmeras canarias, los de porte más irregular son las palmeras datileras.
La palmera ibérica de rambla (Phoenix iberica).
Palmeras de la rambla de Abanilla encapirotadas para las procesiones de
Semana Santa, posibles ejemplares híbridos entre palmera datilera y palmera ibérica. Fotografía de Eduardo Agüera
Bastida.
En
un principio, estas palmeras de las ramblas de Abanilla, habían sido categorizadas como
ejemplares asilvestrados procedentes de semillas de palmeras datileras cultivadas. Sin embargo, el estudio de las características morfológicas de este grupo
de ejemplares presentes en el río Chícamo llevó en 1997 a los botánicos Diego Rivera, S.Ríos y C.Obón de las Universidades de Murcia y Elche a describir para la ciencia una nueva especie de palmera, diferente de la palmera datilera, a la que denominaron Phoenix iberica basándose en diferencias morfológicas, tales como hojas de color verde-glauco ( con aspecto plateado) , foliolos rígidos (cada una de las divisiones de la hoja) y acantófilos (foliolos transformados en espinas en la base de la hoja) gruesos y en diferentes planos, incluso perpendiculares, con respecto al raquis de la hoja, en la parte basal de la misma. Además, como ya había descrito Plinio en el siglo I, sus dátiles eran pequeños, con mucho hueso y poca carne y tenían un sabor áspero.
Posibles ejemplares de Phoenix iberica en la rambla de El Gorguel (Cartagena).
De momento, la publicación flora ibérica del Real Jardín Botánico de Madrid no da validez a esta nueva especie en sus ediciones. Sin embargo, lo que en un principio fue una hipótesis basada en diferencias morfológicas ha sido posteriormente confirmado por análisis genéticos. El estudio del ADN de las palmeras ibéricas ha determinado que estas palmeras levantinas pertenecen a un grupo diferente del de las palmeras del Mediterráneo Oriental y conforman un grupo de palmeras occidentales distinto junto con la palmera canaria (Phoenix canariensis), la palmera de Creta (Phoenix teophrasti) y la palmera de Cabo Verde (Phoenix atlantica). Con posterioridad, pruebas paleontológicas han ido confirmando también la hipótesis de la existencia de una especie de palmera endémica de nuestras ramblas.
Posibles palmeras ibéricas en El Gorguel (Cartagena).
Tras la descripción de Phoenix iberica en Abanilla, posibles individuos de esta especie han ido apareciendo en nuestra zona en La Manga, El Gorguel o Calblanque, a falta de confirmación por medio de análisis genéticos o morfológicos especializados. Para complicar un poco el asunto, Phoenix iberica y Phoenix dactylifera se hibridan con facilidad dando lugar al híbrido Phoenix x abanillensis.
Resulta difícil tener una visión amplia del hábitat correspondiente a estos palmerales debido a lo exiguo de su representación y a la falta de estudios profundos sobre éste. En Abanilla se presenta sobre suelos margosos en cauces de ramblas con un nivel freático alto y algo de salinidad, típicamente junto con comunidades de tarays (Tamarix canariensis). Según la nomenclatura de la Unión Europea, las comunidades de palmeras endémicas se categorizan como hábitat prioritario con el código 9370 * Palmerales de Phoenix sp. y así se recoge en el manual de interpretación de hábitats naturales y seminaturales de la Región de Murcia.
Muy posiblemente, su utilidad como productoras de polen fértil ha sido lo que ha salvado al grupo de palmeras ibéricas de Abanilla de la desaparición, sin embargo, la situación poblacional de la especie a nivel nacional no es halagüeña. La palmera ibérica está amenazada por la hibridación con la palmera datilera, por la pérdida y alteración de su hábitat y por la introducción de plagas foráneas, como la del picudo rojo. Por lo reciente de su descubrimiento, la palmera de rambla carece por completo de protección legal, si bien debería ser merecedora de atención por parte de la administración y de la redacción de un plan de recuperación y reforzamiento de sus poblaciones.
Los proyectos de ARBA para la recuperación de Phoenix iberica.
Desde la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono queremos aportar nuestro pequeño granito de arena en la conservación de esta especie emblemática de la flora del sureste.
Dentro de nuestro proyecto de restauración forestal en la finca de El Rentero en el Parque Natural de Calblanque, en ARBA Cartagena-La Unión vamos a incluir una acción de refuerzo poblacional del palmeral existente en el entorno de las salinas. A la espera de confirmación por parte de algún ojo experto, para nosotros, los ejemplares de palmeras de Calblanque podrían presentar características propias de Phoenix iberica o de su híbrido con la palmera datilera, como son los foliolos en diferentes planos, con algunos de éstos en sentido vertical con respecto a la base de la hoja.
Restos del antiguo palmeral en el entorno de las salinas de Calblanque.
Este
grupo de palmeras fue expoliado en los años 80-90 cuando decenas de
ellas fueron extraídas y robadas y es nuestro propósito el de recuperar
este palmeral con la plantación de algunas decenas de ejemplares de Phoenix iberica en el entorno de la Finca de El Rentero.
Detalle de los foliolos en diferentes planos de las palmeras de Calblanque.
Por otro lado, nuestros compañeros de ARBA Murcia tienen en proyecto la recuperación, limpieza y restauración forestal de un humedal situado en Molina de Segura, en la denominada Charca de los Tarays. Se trata de un apasionante proyecto de recuperación de un entorno de badlands de yesos, degradado, pero que conserva numerosos valores naturales, entre ellos la presencia de numerosas especies gipsófilas, es decir, adaptadas a suelos con presencia de sales y yeso, tales como Limonium caesium o Teucrium libanitis.
La Charca de los Tarays en Molina de Segura. Fotografía de La Verdad.
Entre las especies con las que nuestros compañeros pretenden restaurar este espacio natural se encuentran los olmos (Ulmus minor) y los álamos blancos (Populus alba), presentes en el curso de la rambla que alimenta la charca, así como lentiscos (Pistacia lentiscus), tarays (Tamarix boveana) y (Tamarix canariensis) y palmera de rambla (Phoenix iberica), de la que se pretende establecer un buen núcleo de población con semillas recogidas de las palmeras del río Chícamo.
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* Las palmeras del Chícamo. Diego Rivera.
* Catálogo etnobotánico. Las variedades tradicionales de frutales de la cuenca del Río Segura. Vol.2
Muy interesante todo vuestro artículo y enhorabuena por el trabajo que estáis realizando con las especies autóctonas de esa zona.
ResponderEliminarExcepcional artículo, ¡Sois muy máquinas!
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