miércoles, 12 de agosto de 2020

El fuego y los bosques ibéricos.

Como todos los veranos, se sucede en nuestro territorio nacional la plaga de incendios forestales que acapara portadas de diarios y bloques de información de los diferentes medios de comunicación. Como todos los veranos también, se acumulan en estos medios las ligeras y poco documentadas opiniones de periodistas sobre las causas del fuego y sus posibles soluciones: así, se dice frívolamente 'que los incendios se apagan en invierno', 'que el monte se quema porque está sucio' y otro tipo de afirmaciones poco sólidas y menos documentadas sobre las causas profundas y reales de los incendios forestales en España.

 
Incendio de 2012 en la Sierra de La Muela causado por una ridícula imprudencia.  Desde 2017, ARBA Cartagena-La Unión hemos estado reforestando esta superficie quemada con el objetivo de sustituir un pinar de repoblación por un bosque biodiverso.

En esta entrada del blog os vamos a dar nuestra opinión sobre los incendios forestales, sus causas, sus posibles soluciones y qué hacer en un terreno después del paso del fuego. 
 
Las causas de los incendios forestales. 

Incendio de Atamaría en agosto de 2011 en el Parque Natural de Calblanque, Cartagena. Fuente La Verdad.

Existe bastante desinformación sobre las causas reales y la evolución histórica de los incendios forestales en España. Es cierto que en el 95% de los incendios que se producen en España se encuentra detrás la mano del hombre, bien sea por causa intencionada o por negligencia. Escuchamos con frecuencia decir que a los pirómanos habría que meterlos en la cárcel de por vida como solución al problema de los incendios. Sin embargo, sólo el 10% de los fuegos son provocados por este tipo de personas que disfrutan insanamente metiendo fuego al monte. Hemos oído también decir que la ley de montes de 2003 provocó un aumento de los incendios forestales con la intención de recalificar el suelo para construir. Sin embargo, la superficie quemada en los años posteriores a la ley de montes no aumentó y, de hecho, sólo el 0,6% de los incendios forestales han tenido la especulación inmobiliaria como motivación criminal. 

Evolución de la superficie incendiada en España, años 1961-2015. No se aprecia un incremento de los incendios después de la aprobación de la ley de montes de 2003.

Se menciona también el despoblamiento del campo y el abandono de la vida rural como motivos de los incendios. Se propone incluso volver a llenar los montes de cabras con el objetivo de reducir el riesgo de incendios forestales eliminando la 'maleza' a la que se atribuye la causa de los incendios estivales. 

La ‘cabra bombero’ es más efectiva y un 82% más económica para prevenir incendios.  

Cuando, en siglos pasados, rebaños de centenares de cabras y ovejas vagaban por los montes de España arrasando con toda la vegetación, lógicamente, la tasa de incendios era mucho más baja porque no quedaba prácticamente nada que quemar, ahora hay más incendios porque hay muchísima más superficie forestal. En el pasado, los montes se encontraban arrasados por el sobrepastoreo, con un dramático problema de desertificación y erosión del suelo causado por esta razón. ¿Es eso lo que queremos? 
 
Terreno sobrepastoreado a la derecha y protegido de la ganadería a la izquierda en Australia.
 
¿Cuál es entonces la principal causa de los incendios forestales en España? Pues resulta que la principal motivación de los fuegos en nuestro país está relacionada con las malas prácticas agrícolas. La causa del 68% de los incendios forestales en España tiene que ver muy principalmente con el clareo de bosques para la creación de pastos y con las quemas agrícolas. La generación de pastos para el ganado, irónicamente subvencionados por la Política Agrícola de la Unión Europea, fue la razón principal, por ejemplo, de la espantosa ola de incendios que asoló la cornisa cantábrica entre 2015 y 2017.  Incendiar el monte no sólo no tiene habitualmente ninguna consecuencia legal debido a la dificultad probatoria, sino que, encima, te pagan por ello.

Junto con las reales causas de los incendios debemos también considerar qué tipo de formación arbórea es la que más arde. 


Muy significativamente, según los gráficos anteriores, la mayoría de los incendios forestales se producen en España en bosques de repoblación, no en bosques maduros. También es extraordinariamente significativo, según el segundo gráfico, que la mayoría de los fuegos se produzcan en pinares y eucaliptales (el 62%), las especies que son predominantes en las repoblaciones forestales.

Imagen de una plantación de eucaliptos ardiendo en los terribles incendios de 2017 en Portugal.

Por el contrario, los bosques maduros, es decir, aquellos que están cerca de su climax y están compuestos por una gran cantidad y diversidad de especies son sólo el 14% de los bosques incendiados. Encinares, alcornocales, hayedos, robledales o pinares autóctonos son porcentualmente mucho menos afectados por los incendios que los bosques de repoblación, y, sin embargo, sólo las encinas representan ya el 19% de la vegetación total en España.

 

Consecuentemente, o existe algún extraño motivo por el que estos bosques naturales y autóctonos son menos objeto de la vis criminal de los incendiarios, o bien son menos inflamables y más resistentes al fuego.

¿Los montes están sucios?

Con frecuencia, escuchamos en medios de comunicación opinar a periodistas y profanos sobre la necesidad de 'limpiar' el monte durante el invierno para evitar incendios forestales: estas 'limpiezas' consisten en la eliminación de todo el estrato arbustivo y herbáceo del monte y la saca de ramas y troncos muertos, dejando exclusivamente los árboles y el suelo desnudo para evitar la propagación del fuego. Como ejemplo tomado al azar, aquí tenemos unas declaraciones de un alcalde valenciano reclamando la limpieza del monte de malezas para evitar incendios. 

El alcalde de Artana advierte que "el monte está sucio y en peligro"

En el siguiente vídeo, podemos ver una 'limpieza' de un pinar en un monte en la Provincia de Teruel. En esta operación resultan erradicados todos los arbustos y hierbas, dejando sólo los pinos.

 

¿Son estas limpiezas apropiadas? ¿Realmente un monte con hierbas y arbustos llenos de flores y frutos es un monte sucio?

Como declaración de principios, para nosotros, esto es un bosque sucio:


Y esto que vemos a continuación, no es un bosque limpio. De hecho, para nosotros, ni siquiera puede llamarse bosque: es una plantación de pinos, que es una cosa bastante diferente.  


En nuestra opinión, un bosque mediterráneo debería mantener todos sus estratos constitutivos: el herbáceo, el arbustivo y el arbóreo. En realidad, en muchas ocasiones, ni siquiera el estrato arbóreo debería ser el predominante. Muchas formaciones vegetales climácicas mediterráneas son bosques muy abiertos, arbustedas o matorrales, especialmente en el árido sureste, donde conforman formaciones únicas en Europa. Eliminar el matorral o los arbustos supone destruir componentes esenciales y estructurales de estos hábitats.

En un carrascal como el de la siguiente foto podemos ver un ecosistema sano, un bosque muy abierto con hierbas y arbustos de muy diferentes especies que, de forma escalonada, van produciendo flores para los insectos polinizadores durante todo el año y frutos para las aves y otros animales a lo largo de todas las estaciones. Un bosque biodiverso proporciona alimento a los animales de forma continua, las plantas establecen relaciones de facilitación biológica permitiendo el asentamiento de las especies cada vez más exigentes y promoviendo el avance en las etapas de sucesión ecológica, los troncos y ramas muertas dan alimento a insectos que se alimentan de madera en descomposición y sobre ellos se establecen hongos y microorganismos descomponedores de materia orgánica que es devuelta al ecosistema. Un bosque de este tipo es además capaz de reponerse a un incendio en un plazo de tiempo razonablemente breve.

Carrascal de encinas (Quercus rotundifolia) en la rambla de El Cañar (Cartagena). 

Por el contrario, en la foto siguiente, os mostramos una panorámica de una plantación de pinos de El Chorrillo en La Unión. En esta pinada no hay ninguna flor para insectos, ni hay ninguna especie de planta que produzca frutos comestibles para aves y otros animales frugívoros. En realidad, muy pocos animales pueden vivir aquí ya que pocos son los que, como la oruga de la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa), pueden consumir las duras hojas del pino o, como el piquituerto (Loxia curvirostra), pueden abrir las piñas para consumir los piñones. No sólo una pinada así no es un bosque limpio, sino que lo que tenemos es un ecosistema extraordinariamente pobre, sin vida animal, y que además resulta ser un peligro en caso de incendio por la altísima inflamabilidad de la resina del pino.

Pinar de repoblación en El Chorrillo, La Unión. 

En las sierras de Cartagena contamos con pinares naturales o que se han manejado para hacerlos más naturales. Es el caso de la pinada de la Sierra de La Muela, que en las zonas no afectadas por el incendio de 2012, fue clareada de pinos, lo cual permitió el desarrollo del sotobosque y, en la actualidad, presenta un aspecto mucho más diverso y natural, albergando más vida tanto animal como vegetal y resultando mucho más resistente a plagas, sequías e incendios.

Pinada de La Muela, con albaidas, palmitos, coscojas, aladiernos, romeros, etc.

En muchísimas ocasiones, como hemos dicho antes, lo que arde en un incendio forestal ni siquiera es un bosque, sino una plantación de árboles. En enormes superficies de nuestro país el monte autóctono original ha sido erradicado y sustituido por plantaciones de pinos y eucaliptos para producción maderera y de celulosa para producción de papel. Millones de hectáreas llenas de vida de robledales y hayedos autóctonos de Galicia, Asturias y País Vasco o encinares y alcornocales de Huelva o Extremadura han sido arrasadas y, en su lugar, tenemos hoy plantaciones de eucaliptos y pinos ocupando el monte. Se trata de cultivos forestales de los que han desaparecido los osos, los urogallos, los linces, los lobos y el resto de la fauna.

Plantación de eucaliptos en Galicia donde antes habría un robledal. 
 
Por otro lado, las acículas secas y la resina del pino son extremadamente inflamables, pero aún más inflamable es el eucaliptol, un aceite volátil emitido por el eucalipto que se evapora en verano y que favorece los incendios forestales. En Australia, de donde es originario, el eucalipto se aprovecha de los fuegos estivales acelerando la expansión de las llamas que eliminan la competencia con otras especies vegetales y rebrotando tras el verano. Lo que vemos arder en muchas ocasiones en nuestro país no son realmente bosques, sino cultivos de pinos o eucaliptos, arboledas sin biodiversidad, algo no muy diferente, en términos ecológicos, a lo que sería el incendio de una plantación de alcachofas o tomates.

El fuego forma parte de los ecosistemas mediterráneos.

A los que vivimos en un clima mediterráneo, nuestra experiencia vital nos hace concebir siempre el verano como una época extraordinariamente cálida y seca: nuestro cerebro asocia de forma inconsciente calor con sequía. Sin embargo, esto no es lo normal en los diferentes climas de la tierra: en casi todas las latitudes del planeta lo normal es que llueva cuando hace calor y el clima mediterráneo es casi la excepción. Cualquier estudiante de secundaria (que haya estudiado) puede identificar fácilmente en un exámen un climograma correspondiente a un clima mediterráneo por el hueco que se genera entre precipitaciones y temperaturas durante los meses de verano: temperaturas muy altas y ausencia casi total de precipitaciones. 

Durante el verano septentrional, la banda de altas presiones subtropicales se desplaza hacia el norte, ocupando todas las latitudes templadas bajo el paralelo 47º aproximadamente e impidiendo el descuelgue de las borrascas atlánticas hacia el sur, generándonos un clima cálido y seco. 



Esta especial característica de nuestro clima mediterráneo, que tantas alegrías da al sector turístico y a la economía de nuestro país, supone, sin embargo, un extraordinario reto de supervivencia para las plantas que habitan nuestros montes, ya que los tres o cuatro meses de total ausencia de precipitaciones de los climas mediterráneos, que incluso pueden llegar a convertirse en hasta cinco o seis meses sin lluvia en climas de tipo estepario o semiárido como es el caso del de la Región de Murcia, coinciden con el periodo de máxima insolación. Durante estos meses de verano, nuestro clima se comporta como un auténtico clima desértico y la supervivencia de las plantas mediterráneas resulta extraordinariamente puesta al límite. 

Las adaptaciones de la flora mediterránea a este periodo de sequía son muy diversas: muchas plantas del sureste, de origen tropical, como el cornical (Periploca angustifolia), el oroval (Withania frutescens) o el altramuz del diablo (Anagyris foetida), son caducifolias inversas, de forma que pierden la hoja durante el periodo seco. 

El oroval (Withania frutescens) pierde sus hojas durante el verano. 

Algunas plantas han conseguido reducir el tamaño de sus hojas al mínimo, como los tomillos, o incluso han llegado a hacerlas desaparecer, como los chumberillos de lobo. Otras especies han desarrollado ceras sobre las hojas que evitan la evaporación o pelos de color blanco que reflectan la luz del sol o, incluso, han modificado sus hojas para hacerlas duras y coriáceas -la esclerofilia- con estomas que se cierran y se abren según el estrés hídrico al que las plantas se ven sometidas.

Hojas esclerófilas de una coscoja (Quercus coccifera) en El Portús.

Las adaptaciones son muchas y muy diversas, pero si hay una característica común que comparten todas las especies mediterráneas, con escasísimas excepciones, ésta es la adaptación y resistencia al fuego. Durante el verano mediterráneo, se dan las condiciones perfectas para que se produzcan y extiendan incendios forestales según la conocida fórmula del 30/30/30, esto es: más de 30º de temperatura, menos de un 30% de humedad del aire y rachas de viento de más de 30 km/h.

Riesgo de incendios en España de un día cualquiera del mes de julio.

Justamente por llevar algunos millones de años conviviendo con los incendios que, de forma natural y fortuita, se producen durante el verano de nuestro clima, las especies mediterráneas de árboles y plantas han evolucionado junto al fuego y están preparadas, de una u otra manera, para resistir incendios ocasionales: el fuego forma parte de los ecosistemas mediterráneos.

Algunas especies, como el alcornoque (Quercus suber), han desarrollado, como respuesta evolutiva a la recurrencia de incendios estivales, una gruesa capa ignífuga que protege el tronco del árbol. Esta capa protectora es el conocido corcho que los seres humanos aprovechamos para muy diversas utilidades.

 Corteza natural de corcho de un alcornoque. 

  
Descorchado de un alcornoque en Andalucía.

Aún sin esa corteza protectora, la mayor parte de las especies mediterráneas son excelentes rebrotadoras después del paso del fuego: palmitos, lentiscos, encinas, madroños, espinos negros, o nuestro ciprés de Cartagena, todas ellas son capaces de emitir nuevos brotes una vez que el fuego ha pasado y ha comenzado la temporada de lluvias.  

Ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata) rebrotando del tronco un año después del incendio de 2011 en Atamaría (Parque Natural de Calblanque, Cartagena).

Espino negro (Rhamnus lycioides) rebrotando de cepa un año después del incendio de 2011 en Atamaría (Parque Natural de Calblanque, Cartagena).

Palmito (Chamaerops humilis) rebrotando tras el incendio de 2011 en Atamaría (Parque Natural de Calblanque, Cartagena). 
 
Palmitos (Chamaerops humilis) y cipreses de Cartagena (Tetraclinis articulata) en la Peña del Águila en 2020, diez años después del incendio de Atamaría.  

Un paso más allá en las adaptaciones a los incendios es el de las plantas que directamente necesitan o se benefician del fuego para poder reproducirse: son las denominadas plantas pirófitas.  Así, los pinos y todas las jaras son especies de este tipo. El pino carrasco (Pinus halepensis) no es capaz de rebrotar tras el fuego, sin embargo, tras el paso de las llamas, las piñas se abren y estallan, liberando al aire cientos de semillas que germinan durante el otoño. Hasta tal punto es efectivo este sistema que puede llegar a convertirse en un problema de densidad de pinos si no se actúa eliminando el exceso de regenerado. 

Exceso de regenerado de pino carrasco tras el incendio de 2012 de la Sierra de La Muela en Cartagena.

Exceso de regenerado de pino carrasco tras el incendio de Atamaría de 2011 (Parque Natural de Calblanque, Cartagena).

Las diversas especies de jaras, como pueden ser la jara común (Cistus albidus), el jaguarzo (Cistus monspeliensis) o la jara de Cartagena (Cistus heterophyllus) -esta última en peligro de extinción y en cuyo programa de recuperación está colaborando ARBA Cartagena- están tan íntimamente vinculadas con los incendios forestales que, para poder producirlas en vivero, es necesario pasarlas antes por el horno a 100º para activar la germinación de las semillas. Bastantes especies de jaras, como la jara pringosa (Cistus ladanifer), producen incluso una resina que es altamente inflamable y favorece la expansión de los incendios.  

Horneado a 100º de las semillas de jara común (Cistus albidus) para activar la germinación.

Una visión diferente del problema de los incendios forestales en España. Conclusiones.

Un incendio forestal es siempre una tragedia: se ponen en riesgo bienes materiales y, sobre todo, vidas humanas, a veces con nefastas consecuencias. Se pierden vidas de animales silvestres y domésticos y, en algunas ocasiones, resultan afectados valiosos ecosistemas que tardan años en recuperarse. 
 
En esta entrada anterior de nuestro blog ya os hablamos de las reforestaciones realizadas con pino en España después de la guerra civil y de los problemas que plantean, entre ellos el del aumento de la inflamabilidad de los montes. Se trata de reforestaciones realizadas en el pasado con una sola especie, normalmente pinos, que fueron plantados sin tener en cuenta la vegetación potencial de la zona - la que existiría en ausencia de perturbaciones humanas y que mejor se adaptaría las condiciones del clima y suelo de la zona. Estas reforestaciones monoespecíficas son muy vulnerables a las plagas, las sequías y, especialmente, a los incendios.
 
Los bosques no arden porque estén sucios, sino porque en el 95% de los casos, se les prende fuego, bien por negligencia o de forma intencionada. Por otro lado, las formaciones que más arden en España, no son bosques autóctonos, maduros y diversos, sino, de forma mayoritaria, plantaciones de árboles reforestados y, especialmente en la zona cantábrica, plantaciones de pinos y eucaliptos para producción maderera y de pasta de celulosa.
 
Reforestación realizada con pino carrasco en la subida a Tentegorra por la Mancomunidad de los Canales del Taibilla en los años 50. Éste es un entorno poco natural y extremadamente inflamable.

Sin embargo, por la convivencia con el fuego durante millones de años, los ecosistemas mediterráneos están preparados para sufrir incendios con cierta periodicidad. Si estos incendios no son demasiado recurrentes en el tiempo, los bosques autóctonos se recuperan exitosamente de los incendios y la vida vuelve a llenar el monte en un plazo razonable de tiempo. 
 
La mejor garantía, por tanto, para luchar contra el fuego y contrarrestar sus efectos no es eliminar la maleza y los arbustos de un bosque, sino tener ecosistemas sanos y biodiversos acordes con la vegetación que corresponda de forma natural a la zona. En el caso de nuestras sierras de Cartagena y La Unión, procedería aclarar las masas de pinos, eliminando el exceso de estos árboles y tratar de naturalizar lo más posible estos pinares introduciendo especies de árboles y arbustos propias de nuestros montes y que rebrotan sin problemas después de los incendios. 

¿Qué hacer después de un incendio forestal? 
 
Para terminar, entre las medidas que proponemos para favorecer la rápida recuperación de nuestros montes tras un incendio se encontrarían las siguientes: 

* Evitar introducir maquinaria pesada en el monte para evitar la erosión producida por ésta y no retirar la madera muerta tras un incendio. La madera muerta alimenta a numerosos animales y hongos y, de esta manera, sus nutrientes retornan al ecosistema. 
 
* Permitir la regeneración natural del monte. En numerosísimas ocasiones, como ya se ha explicado antes, la vegetación ibérica es capaz de recuperarse por sí sola tras el incendio. En ecosistemas autóctonos maduros, la intervención humana post-incendio es, muchas veces, totalmente innecesaria. 
 
* Cuando se trata de bosques de repoblación sí procedería intervenir, erradicando totalmente los eucaliptos y, en el caso de los pinos, clareando el exceso de regenerado tras el fuego, y sustituyéndolos por las especies  autóctonas propias del hábitat con el fin de tender hacia la comunidad climácica de la zona. 
 
En ARBA Cartagena -La Unión estamos llevando a cabo desde 2017 un proyecto de restauración forestal de la zona incendiada de la Sierra de La Muela. En este caso, nuestra propuesta ha sido la de sustituir una pinada exclusiva de pino carrasco por un bosque mixto compuesto por una gran cantidad de especies diversas, entre ellas cipreses de Cartagena (Tetraclinis articulata), lentiscos (Pistacia lentiscus),  coscojas (Quercus coccifera), incluso encinas (Quercus rotundifolia), madroños (Arbutus unedo) y labiérnagos (Phillyrea media), con el fin incrementar su biodiversidad y potenciar así su resistencia al fuego, las plagas y la sequía. Puedes consultar los detalles de este proyecto en el enlace al principio de este párrafo.

Jornada de plantación en 2019 en la zona incendiada de la Sierra de La Muela. Llevamos hasta el momento unos 2.500 árboles implantados y nuestro objetivo es llegar a los 3.500 cuando cerremos este proyecto. 

Por último, no queríamos terminar esta entrada de nuestro blog sin mostrar nuestro reconocimiento a la entregada labor de bomberos forestales y agentes medioambientales que todos los veranos ponen en riesgo sus vidas para tratar de salvar del fuego el extraordinario patrimonio natural y ecológico que constituyen nuestros montes ibéricos.

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Nuestro objetivo es dejar un medio ambiente mejor a los que vienen detrás de nosotros. Queremos recuperar los bosques y arbustedas que hace siglos cubrían nuestros montes. ¿Te animas a echar una mano? Puedes venir a colaborar con nosotros físicamente y poner tus manos y tu trabajo, o, si no tienes esa posibilidad, puedes apoyar económicamente a ARBA Cartagena - La Unión y nosotros plantaremos esos árboles por ti. Tienes la información en nuestra web. 

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Algunas referencias interesantes.


 




https://www.laopiniondemurcia.es/comunidad/2020/07/05/piromania-anomalia-psiquica-exime-carcel/1126525.html





2 comentarios:

  1. Excelente artículo, desgraciadamente está muy extendida, y no sé a qué se debe, la idea antropocéntrica de que el bosque necesita la mano del hombre para progresar. En los cauces de los ríos pasa igual, y cada vez que uno se desborda se achaca a la falta de limpieza de los cauces

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  2. Excelente artículo, y gran labor de divulgación y sobre todo de restauración de nuestro ecosistema, ojalá lo lea mucha gente. algunas "limpiezas" son auténticas catástrofes para la biodiversidad. Me ha sorprendido el porcentaje de incendios provocados por la quema agrícola ilegal y la regeneración del pasto (casi el 70%) qué pena que no se persiga con más medios y dureza, y que no se pongan más medios públicos en la regeneración de nuestros bosques. Un saludo

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