Restaurar ecológicamente un espacio es mucho más que simplemente plantar árboles. Un ecosistema es un todo complejo en el que se relacionan especies vegetales, animales y microorganismos que viven en el suelo. Recuperar la funcionalidad y la biodiversidad del ecosistema debe ser el objetivo final: esto incluye tanto la recuperación de la cubierta vegetal potencial de cada zona como de la fauna asociada, así como de los microorganismos que viven sobre la superficie del suelo y bajo éste (bacterias, hongos, líquenes, etc.) .
Cuando se nos propuso abordar la restauración de una enorme finca agrícola, ya en desuso, en la zona oriental del Parque Natural de Cablanque, lo primero que nos sorprendió al ir a visitarla fue la extrema degradación del terreno. A pesar de haberse abandonado la actividad agrícola hace más de 20 años, la vegetación no presenta prácticamente ningún tipo de evolución hacia su recuperación, con enormes superficies totalmente desnudas y con algunas bolagas (Thymelaea hirsuta) dispersas como única especie capaz de colonizar un suelo descarnado. El terreno se presenta además totalmente compactado, impidiendo la infiltración de agua, y carente de cualquier acumulación de materia orgánica.
Por el contrario, a escasos metros, superando el límite de la zona que había sido objeto de laboreo agrícola, el paisaje se mostraba totalmente diferente. Se podía apreciar una formación de matorral xerófilo bastante compacta y en buen estado de evolución: En las zonas en más expuestas a la insolación y la maresía, la vegetación es básicamente un espartal de Stipa
tenacissima con bolaga (Thymelaea
hirsuta), romero (Rosmarinus
officinalis), romero macho (Cistus
clusii), arrascaviejas (Launaea
arborescens), jaguarzo (Cistus mosnpeliensis), cantueso (Lavandula stoechas), Coronilla juncea y las esparragueras Asparagus albus y Asparagus horridus.
En las zonas más protegidas del sol, se aprecia una evolución más avanzada, con palmitos (Chamaerops humilis), cornicales (Periploca angustifolia), ejemplares enormes de lentiscos (Pistacia lentiscus), espinos negros (Rhamnus lycioides) y coscojas (Quercus coccifera).
En el pasado parece que se intentó reforestar algún sector de la finca con pino carrasco (Pinus halepensis) y ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata) con escaso éxito: el suelo no parece haberse regenerado y los árboles presentan portes achaparrados y raquíticos. Esto demuestra que restaurar un espacio no es sólo plantar árboles.
Plantación fallida de pinos y cipreses de Cartagena
Árboles achaparrados y raquíticos.
Algo muy parecido nos ocurre con el proyecto de 33 en verde que estamos llevando a cabo en La Unión. Aunque hay mayor cobertura vegetal debido a la mayor humedad ambiental, la evolución hacia fases más avanzadas de la sucesión ecológica es extraordinariamente lenta, los árboles existentes, básicamente pinos carrascos, son fruto de restauraciones forestales del pasado y es casi imposible encontrar en toda la parcela un sólo lentisco o palmito, especies que forman parte del clímax de esta zona de la sierra minera.
Así pues, más que plantar árboles, como decíamos antes, se trata de tratar de restaurar todas las funcionalidades del ecosistema, empezando por el suelo. La recuperación de esta funcionalidad se convierte por tanto en objetivo principal del proyecto de reforestación en zonas muy degradadas, como las que vamos a abordar en Calblanque o en La Unión.
La fijación del nitrógeno.
Ya nuestros antepasados agricultores de la Edad Media se dieron cuenta de que, si iban alternando en diferentes años los cultivos de cereales con los de leguminosas, como guisantes o alfalfa, se obtenían mejores rendimientos de las cosechas. Ellos no lo sabían, pero el aumento de la productividad se debía a la capacidad de las leguminosas -una muy amplia familia de plantas- de fijar el nitrógeno atmosférico en el suelo por medio de un proceso de simbiosis con ciertos tipos de bacterias.
Una vez fijado en el subsuelo, este nitrógeno puede ser aprovechado por cualquier tipo de planta.
Nódulos fijadores del nitrógeno en las raíces de una leguminosa.
Se ha comprobado que el uso de leguminosas en restauraciones forestales de zonas muy degradadas ayuda a incrementar la cantidad de nitrógeno disponible en el subsuelo para las plantas lo que determina un aumento de la supervivencia y el crecimiento de éstas.
En nuestros ecosistemas semiáridos tenemos multitud de leguminosas endémicas, como el algarrobo (Ceratonia siliqua) (parece que su naturaleza autóctona se va confirmando), el espantalobos (Colutea hispanica) o el altramuz del diablo (Anagyris foetida). En suelos calizos resulta especialmente abundante la aliaga (Calicotome intermedia), mientras que en suelos silíceos este lugar lo ocupa la albaida (Anthyllis cytiosides).
Albaidal bajo Peñas Blancas.
Este año, hemos empezado a producir en el vivero plantones de algarrobo (Ceratonia siliqua) que usaremos especialmente en La Unión, en los suelos más afectados por la labor minera. Si para mayo hemos terminado el confinamiento, tenemos prevista la recolección de semillas de albaida y la producción de plantones para su introducción durante la próxima temporada tanto en La Unión como en Calblanque.
Primeras germinaciones de algarrobo en nuestras bandejas forestales
Los hongos micorrícicos.
Los hongos micorrícicos son un tipo de hongos que viven en simbiosis con las plantas colonizando sus raíces, de las que obtienen principalmente glucosa, aportándole a cambio numerosos nutrientes del subsuelo que la planta es incapaz de absorber por sí sola.
Los hongos micorrícicos tejen alrededor de las raíces de la planta una red de filamentos microscópicos denominados hifas que aumentan de forma notable el volumen del sistema radicular de la planta.
Representación digital del sistema de raíces (en amarillo) e hifas de los hongos (en azul) de una planta.
Por medio de las microscópicas hifas, los hongos llegan a donde no pueden llegar las raíces de la planta a zonas del suelo que, por su diminuto tamaño, resultan inaccesibles para la planta por sí sola en situaciones de estrés hídrico e insolubilidad de nutrientes, y es en estos microporos del suelo donde las raíces obtienen a través de los hongos una mayor cantidad de nutrientes y humedad. Además, junto con las micorrizas se asientan las rizobacterias, que también se asocian simbióticamente a las raíces de las plantas aumentando la absorción de determinados minerales que se encuentran en forma insoluble, especialmente los fosfatos.
Los beneficios del uso de las micorrizas en las restauraciones forestales están sobradamente comprobados ya que se ha demostrado un aumento notable de la supervivencia de las plantas micorrizadas con respecto a las que van sin micorrizar, especialmente en zonas áridas como la nuestra.
Pero los hongos micorrícicos no sólo suponen un beneficio para la planta, sino que también mejoran notablemente la estructura del suelo, provocando un sustancial aumento de la cantidad de microorganismos y de materia orgánica, incrementando asimismo la porosidad, lo que permite una mayor infiltración de agua.
Existen distintos tipos de hongos micorrícicos y cada tipo de planta se asocia a un tipo de hongo en concreto. Nosotros venimos desde hace tiempo usando habitualmente el hongo Pisolithus arhizus en la micorrización de las coscojas (Quercus coccifera) y las encinas (Quercus rotundifolia). Durante el otoño, el hongo emite sobre la superficie el carpóforo, que es su cuerpo de fructificación del que salen las esporas. El hongo se recoge durante esta estación de los pies de las encinas, ya que crece habitualmente asociado a ellas, y, triturado con agua, es vertido sobre los plantones del vivero.
Hongo Pisolithus arhizus.
Si la planta resulta micorrizada con éxito, al sacar el plantón del alveolo, puede verse la red de hifas blancas rodeando las raíces de la planta.
Plantón de pino carrasco micorrizado por Pisolithus arhizus.
Usaremos este hongo en especies como encinas, coscojas, jaras y jaguarzos. Para otras plantas tendremos que recurrir a inóculos que se venden comercialmente para mejorar el rendimiento de las plantas.
Puedes echar un vistazo a una explicación muy gráfica de cómo benefician las micorrizas a su planta hospedante y a la estructura del suelo en este vídeo, a partir del minuto 3'.52"
Las 'islas de fertilidad'.
Una tercera estrategia en la recuperación de la funcionalidad del ecosistema es la creación de islas de recursos o islas de fertilidad. Las islas de recursos son parches de vegetación en los que se produce el crecimiento conjunto de varias especies diferentes de plantas que se prestan apoyo mutuo en un entorno árido, de forma que son capaces de colonizar un espacio que por sí solas no podrían ocupar.
Diversos estudios confirman la mejora notable de las condiciones físicas, químicas y biológicas de la tierra en las islas de fertilidad. Las islas de vegetación promueven presencia de microorganismos bajo ellas y permiten la existencia de comunidades de invertebrados - descomponedores y herbívoros- ubicadas bajo los arbustos, las cuales contribuyen a mejorar las condiciones del suelo y el flujo de nutrientes. Los mamíferos -como ratones y conejos- encuentran también refugio bajo estas islas de recursos y, al excavar sus madrigueras, favorecen la aireación del suelo, la infiltración de agua y la distribución de materia orgánica.
Los beneficios de las islas de recursos han sido ampliamente estudiados en el caso del azufaifo (Ziziphus lotus), una planta endémica de las provincias de Murcia y Almería pero que, por ser propia de suelos calizos, no podemos utilizar en nuestros proyectos de La Unión y Calblanque.
Gráfico de la evolución de las islas de fertilidad en el caso del azufaifo. Fuente UPCT.
Tenemos, sin embargo, la posibilidad de usar una especie muy común en nuestro entorno y que tiene unas propiedades extraordinarias en la recuperación del suelo y su funcionalidad: el esparto (Stipa tenacissima).
Esparto en El Carmolí.
Por su estructura de crecimiento, el esparto retiene y acumula la tierra en sus macollas, generando unos pequeños aterrazamientos en el terreno que evitan la erosión. En estas pequeñas terrazas se retiene asimismo el agua, favoreciendo su infiltración. Esta acumulación de tierra y agua promueve asimismo la aparición de una pequeña comunidad de bacterias, líquenes y musgos que mejoran notablemente las condiciones microbiológicas de la superficie alrededor de la planta. Por último, en el subsuelo, se incrementa también de forma relevante la presencia de hongos micorrícicos del género Glomus.
Espartales del sureste.
De momento, ya tenemos en producción para la próxima temporada una buena cantidad de semillas de esparto germinando en las bandejas. Nuestro propósito es plantar juntos dos o tres plantones de diferentes especies en el mismo alcorque de forma que crezcan beneficiándose mutuamente y generen pequeñas islas de recursos que ayuden en la recuperación de la fertilidad del suelo. Nuestra idea es plantar en un mismo agujero un plantón de esparto, alguna planta micorrizada y un par de semillas de palmito o alguna bellota de coscoja.
Con vistas a poder cotejar el éxito de nuestra propuesta, queremos establecer testigos sobre los que poder comparar resultados: marcaremos plantas de diferentes especies micorrizadas y sin micorrizar, plantas asociadas a leguminosas y asociadas a otras especies de otras familias, etc. De los resultados esperamos poder sacar conclusiones.
Con vistas a poder cotejar el éxito de nuestra propuesta, queremos establecer testigos sobre los que poder comparar resultados: marcaremos plantas de diferentes especies micorrizadas y sin micorrizar, plantas asociadas a leguminosas y asociadas a otras especies de otras familias, etc. De los resultados esperamos poder sacar conclusiones.
Esparto germinando este mes de marzo en el vivero.
Para terminar, os dejamos un vídeo de RTVE sobre las micorrizas y la gestión del bosque.
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Algunas referencias
Por qué algunas plantas resisten el cambio climático
Ecología del esparto (Stipa tenacissima L.) y los espartales de la Península Ibérica
RESTAURACIÓN ECOLÓGICA EN AMBIENTES SEMIÁRIDOSRECUPERAR LAS INTERACCIONES BIOLÓGICASY LAS FUNCIONES ECOSISTÉMICAS
Islas de fertilidad: una revisión sistemática de su estructura y operación
Investigadores de la UPCT proponen revegetar depósitosmineros con pino carrasco y ciprés de Cartagena
Repoblación autóctona: micorrización
El proyecto de restauración forestal de la Sierra de La Muela se lleva a cabo con el apoyo económico de la empresa ILBOC, del Valle de Escombreras y la colaboración de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) y la Dirección General del Medio Natural de la Región de Murcia, así como de la familia propietaria de los terrenos.
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