martes, 24 de marzo de 2020

Restauración integral: La regeneración del suelo


Restaurar ecológicamente un espacio es mucho más que simplemente plantar árboles. Un ecosistema es un todo complejo en el que se relacionan especies vegetales, animales y microorganismos que viven en el suelo. Recuperar la funcionalidad y la biodiversidad del ecosistema debe ser el objetivo final: esto incluye tanto la recuperación de la cubierta vegetal potencial de cada zona como de la fauna asociada, así como de los microorganismos que viven sobre la superficie del suelo y bajo éste (bacterias, hongos, líquenes, etc.) . 

Cuando se nos propuso abordar la restauración de una enorme finca agrícola, ya en desuso, en la zona oriental del Parque Natural de Cablanque, lo primero que nos sorprendió al ir a visitarla fue la extrema degradación del terreno. A pesar de haberse abandonado la actividad agrícola hace más de 20 años, la vegetación no presenta prácticamente ningún tipo de evolución hacia su recuperación, con enormes superficies totalmente desnudas y con algunas bolagas (Thymelaea hirsuta) dispersas como única especie capaz de colonizar un suelo descarnado. El terreno se presenta además totalmente compactado, impidiendo la infiltración de agua, y carente de cualquier acumulación de materia orgánica. 



Por el contrario, a escasos metros, superando el límite de la zona que había sido objeto de laboreo agrícola, el paisaje se mostraba totalmente diferente. Se podía apreciar una formación de matorral xerófilo bastante compacta y en buen estado de evolución: En las zonas en más expuestas a la insolación y la maresía, la vegetación es básicamente un espartal de Stipa tenacissima con bolaga (Thymelaea hirsuta), romero (Rosmarinus officinalis), romero macho (Cistus clusii), arrascaviejas (Launaea arborescens), jaguarzo (Cistus mosnpeliensis), cantueso (Lavandula stoechas), Coronilla juncea y las esparragueras Asparagus albus y Asparagus horridus




En las zonas más protegidas del sol, se aprecia una evolución más avanzada, con palmitos (Chamaerops humilis), cornicales (Periploca angustifolia), ejemplares enormes de lentiscos (Pistacia lentiscus), espinos negros (Rhamnus lycioides) y coscojas (Quercus coccifera).


En el pasado parece que se intentó reforestar algún sector de la finca con pino carrasco (Pinus halepensis) y ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata) con escaso éxito: el suelo no parece haberse regenerado y los árboles presentan portes achaparrados y raquíticos. Esto demuestra que restaurar un espacio no es sólo plantar árboles. 

Plantación fallida de pinos y cipreses de Cartagena

Árboles achaparrados y raquíticos.

Algo muy parecido nos ocurre con el proyecto de 33 en verde que estamos llevando a cabo en La Unión. Aunque hay mayor cobertura vegetal debido a la mayor humedad ambiental, la evolución hacia fases más avanzadas de la sucesión ecológica es extraordinariamente lenta, los árboles existentes, básicamente pinos carrascos, son fruto de restauraciones forestales del pasado y es casi imposible encontrar en toda la parcela un sólo lentisco o palmito, especies que forman parte del clímax de esta zona de la sierra minera.

Así pues, más que plantar árboles, como decíamos antes, se trata de tratar de restaurar todas las funcionalidades del ecosistema, empezando por el suelo. La recuperación de esta funcionalidad se convierte por tanto en objetivo principal del proyecto de reforestación en zonas muy degradadas, como las que vamos a abordar en Calblanque o en La Unión.

La fijación del nitrógeno.

Ya nuestros antepasados agricultores de la Edad Media se dieron cuenta de que, si iban alternando en diferentes años los cultivos de cereales con los de leguminosas, como guisantes o alfalfa, se obtenían mejores rendimientos de las cosechas. Ellos no lo sabían, pero el aumento de la productividad se debía a la capacidad de las leguminosas  -una muy amplia familia de plantas- de fijar el nitrógeno atmosférico en el suelo por medio de un proceso de simbiosis con ciertos tipos de bacterias. 

Una vez fijado en el subsuelo, este nitrógeno puede ser aprovechado por cualquier tipo de planta.




Nódulos fijadores del nitrógeno en las raíces de una leguminosa. 


Se ha comprobado que el uso de leguminosas en restauraciones forestales de zonas muy degradadas ayuda a incrementar la cantidad de nitrógeno disponible en el subsuelo para las plantas lo que determina un aumento de la supervivencia y el crecimiento de éstas.

En nuestros ecosistemas semiáridos tenemos multitud de leguminosas endémicas, como el algarrobo (Ceratonia siliqua) (parece que su naturaleza autóctona se va confirmando), el espantalobos (Colutea hispanica) o el altramuz del diablo (Anagyris foetida).  En suelos calizos resulta especialmente abundante la aliaga (Calicotome intermedia), mientras que en suelos silíceos este lugar lo ocupa la albaida (Anthyllis cytiosides).


Albaidal bajo Peñas Blancas. 


Este año, hemos empezado a producir en el vivero plantones de algarrobo (Ceratonia siliqua) que usaremos especialmente en La Unión, en los suelos más afectados por la labor minera. Si para mayo hemos terminado el confinamiento, tenemos prevista la recolección de semillas de albaida y la producción de plantones para su introducción durante la próxima temporada tanto en La Unión como en Calblanque.


Primeras germinaciones de algarrobo en nuestras bandejas forestales



Los hongos micorrícicos.

Los hongos micorrícicos son un tipo de hongos que viven en simbiosis con las plantas colonizando sus raíces, de las que obtienen principalmente glucosa, aportándole a cambio numerosos nutrientes del subsuelo que la planta es incapaz de absorber por sí sola.

Los hongos micorrícicos tejen alrededor de las raíces de la planta una red de filamentos microscópicos denominados hifas que aumentan de forma notable el volumen del sistema radicular de la planta.


Representación digital del sistema de raíces (en amarillo) e hifas de los hongos (en azul) de una planta.

Por medio de las microscópicas hifas, los hongos llegan a donde no pueden llegar las raíces de la planta a zonas del suelo que, por su diminuto tamaño, resultan inaccesibles para la planta por sí sola en situaciones de estrés hídrico e insolubilidad de nutrientes, y es en estos microporos del suelo donde las raíces obtienen a través de los hongos una mayor cantidad de nutrientes y humedad.  Además, junto con las micorrizas se asientan las rizobacterias, que también se asocian simbióticamente a las raíces de las plantas aumentando la absorción de determinados minerales que se encuentran en forma insoluble, especialmente los fosfatos.

Los beneficios del uso de las micorrizas en las restauraciones forestales están sobradamente comprobados ya que se ha demostrado un aumento notable de la supervivencia de las plantas micorrizadas con respecto a las que van sin micorrizar, especialmente en zonas áridas como la nuestra.

Pero los hongos micorrícicos no sólo suponen un beneficio para la planta, sino que también mejoran notablemente la estructura del suelo, provocando un sustancial aumento de la cantidad de microorganismos y de materia orgánica, incrementando asimismo la porosidad, lo que permite una mayor infiltración de agua.

Existen distintos tipos de hongos micorrícicos y cada tipo de planta se asocia a un tipo de hongo en concreto. Nosotros venimos desde hace tiempo usando habitualmente el hongo Pisolithus arhizus en la micorrización de las coscojas (Quercus coccifera) y las encinas (Quercus rotundifolia). Durante el otoño, el hongo emite sobre la superficie el carpóforo, que es su cuerpo de fructificación del que salen las esporas. El hongo se recoge durante esta estación de los pies de las encinas, ya que crece habitualmente asociado a ellas, y, triturado con agua, es vertido sobre los plantones del vivero.



Hongo Pisolithus arhizus.


Si la planta resulta micorrizada con éxito, al sacar el plantón del alveolo, puede verse la red de hifas blancas rodeando las raíces de la planta. 


Plantón de pino carrasco micorrizado por Pisolithus arhizus.

Usaremos este hongo en especies como encinas, coscojas, jaras y jaguarzos. Para otras plantas tendremos que recurrir a inóculos que se venden comercialmente para mejorar el rendimiento de las plantas. 

Puedes echar un vistazo a una explicación muy gráfica de cómo benefician las micorrizas a su planta hospedante y a la estructura del suelo en este vídeo, a partir del minuto 3'.52"




Las 'islas de fertilidad'.

Una tercera estrategia en la recuperación de la funcionalidad del ecosistema es la creación de islas de recursos o islas de fertilidad. Las islas de recursos son parches de vegetación en los que se produce el crecimiento conjunto de varias especies diferentes de plantas que se prestan apoyo mutuo en un entorno árido, de forma que son capaces de colonizar un espacio que por sí solas no podrían ocupar. 

Diversos estudios confirman la mejora notable de las condiciones físicas, químicas y biológicas de la tierra en las islas de fertilidad. Las islas de vegetación promueven presencia de microorganismos bajo ellas y permiten la existencia de comunidades de invertebrados - descomponedores y herbívoros- ubicadas bajo los arbustos, las cuales contribuyen a mejorar las condiciones del suelo y el flujo de nutrientes. Los mamíferos -como ratones y conejos- encuentran también refugio bajo estas islas de recursos y, al excavar sus madrigueras, favorecen la aireación del suelo, la infiltración de agua y la distribución de materia orgánica. 

Los beneficios de las islas de recursos han sido ampliamente estudiados en el caso del azufaifo (Ziziphus lotus), una planta endémica de las provincias de Murcia y Almería pero que, por ser propia de suelos calizos, no podemos utilizar en nuestros proyectos de La Unión y Calblanque. 


Gráfico de la evolución de las islas de fertilidad en el caso del azufaifo. Fuente UPCT.

Tenemos, sin embargo, la posibilidad de usar una especie muy común en nuestro entorno y que tiene unas propiedades extraordinarias en la recuperación del suelo y su funcionalidad: el esparto (Stipa tenacissima)


Esparto en El Carmolí.

Por su estructura de crecimiento, el esparto retiene y acumula la tierra en sus macollas, generando unos pequeños aterrazamientos en el terreno que evitan la erosión. En estas pequeñas terrazas se retiene asimismo el agua, favoreciendo su infiltración. Esta acumulación de tierra y agua promueve asimismo la aparición de una pequeña comunidad de bacterias, líquenes y musgos que mejoran notablemente las condiciones microbiológicas de la superficie alrededor de la planta. Por último, en el subsuelo, se incrementa también de forma relevante la presencia de hongos micorrícicos del género Glomus


Espartales del sureste.


De momento, ya tenemos en producción para la próxima temporada una buena cantidad de semillas de esparto germinando en las bandejas. Nuestro propósito es plantar juntos dos o tres plantones de diferentes especies en el mismo alcorque de forma que crezcan beneficiándose mutuamente y generen pequeñas islas de recursos que ayuden en la recuperación de la fertilidad del suelo. Nuestra idea es plantar en un mismo agujero un plantón de esparto, alguna planta micorrizada y un par de semillas de palmito o alguna bellota de coscoja. 

Con vistas a poder cotejar el éxito de nuestra propuesta, queremos establecer testigos sobre los que poder comparar resultados: marcaremos plantas de diferentes especies micorrizadas y sin micorrizar, plantas asociadas a leguminosas y asociadas a otras especies de otras familias, etc. De los resultados esperamos poder sacar conclusiones.  


Esparto germinando este mes de marzo en el vivero.

Para terminar, os dejamos un vídeo de RTVE sobre las micorrizas y la gestión del bosque. 


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Nuestro objetivo es dejar un medio ambiente mejor a los que vienen detrás de nosotros. Queremos recuperar los bosques y arbustedas que hace siglos cubrían nuestros montes. ¿Te animas a echar una mano? Puedes venir a colaborar con nosotros físicamente y poner tus manos y tu trabajo, o, si no tienes esa posibilidad, puedes apoyar económicamente a ARBA Cartagena - La Unión y nosotros plantaremos esos árboles por ti. Tienes la información en nuestra web. 


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Algunas referencias 

Por qué algunas plantas resisten el cambio climático

Ecología del esparto (Stipa tenacissima L.) y los espartales de la Península Ibérica  

RESTAURACIÓN ECOLÓGICA EN AMBIENTES SEMIÁRIDOSRECUPERAR LAS INTERACCIONES BIOLÓGICASY LAS FUNCIONES ECOSISTÉMICAS

Islas de fertilidad: una revisión sistemática de su estructura y operación

Investigadores de la UPCT proponen revegetar depósitosmineros con pino carrasco y ciprés de Cartagena

La supervivencia del azufaifo en Murcia

Repoblación autóctona: micorrización

El proyecto de restauración forestal de la Sierra de La Muela se lleva a cabo con el apoyo económico de la empresa ILBOC, del Valle de Escombreras y la colaboración de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) y la Dirección General del Medio Natural de la Región de Murcia, así como de la familia propietaria de los terrenos. 

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lunes, 9 de marzo de 2020

Nos encantan los madroños

Hace unas semanas se publicaba en algunos medios la noticia del descubrimiento en Cabo de Gata  de un único y solitario ejemplar de madroño, testigo de una mayor presencia de esta especie en el pasado en el árido sureste.


Al hilo de esta noticia y como nos encantan los madroños, decidimos escribir este post sobre la situación de esta especie en nuestras sierras de Cartagena.

Frutos del madroño. 

El madroño (Arbutus unedo) es un arbol o arbusto propio de los encinares y alcornocales mediterráneos que se extienden a lo largo de toda la ribera de este mar, desde la Península Ibérica y el norte de África hasta Grecia y Turquía. Su origen, como el de muchas otras especies mediterráneas de hoja lauroide (con forma de laurel), como el acebo, el durillo o el boj, está en las laurisilvas tropicales que en el terciario cubrían las orillas del Mar Mediterráneo. Cuando el clima tropical desapareció hace unos 20 millones de años de las riberas de este mar, muchas especies, como el madroño, consiguieron evolucionar y adaptarse a las nuevas condiciones mucho más secas y frías que las de sus bosques primigenios. Otras especies desaparecieron y sólo pueden encontrarse ya en las actuales laurisilvas de Canarias y Madeira. Algunos reductos de laurisilva pueden también encontrarse en el Parque Natural de los Alcornocales en Cádiz

Laurisilva en la Isla de La Palma. En estos bosques que hace 20 millones de años cubrían las orillas del Mar Mediterráneo se originaron los antepasados de los actuales madroños. 

En las laurisilvas canarias, el antepasado de los madroños mediterráneos evolucionó hacia otra especie diferente: el madroño canario (Arbutus canariensis)

El madroño canario evolucionó en las laurisilvas de Canarias. 

El madroño en la Región de Murcia. 

En la Región de Murcia, el madroño se encuentra al límite de su distribución por la falta de disponibilidad de agua. Aún así, se pueden encontrar buenas poblaciones de esta especie en las umbrías de las sierras de Ricote y Cieza, en Sierra Espuña, en la Sierra de la Pila y en El Carche

El fruto del madroño es consumido en fresco y en mermeladas y licores. Sin embargo, fue la extraordinaria calidad de su madera y su excepcional poder calorífico lo que determinó la condena de esta especie a su paulatina regresión y casi desaparición de nuestros montes. El uso de la madera de madroño para alimentar los hornos de fundición de metal está documentado arqueológicamente en el sureste peninsular desde la aparición de las primeras fundiciones metalúrgicas de la prehistoria. 

Troncos de madera de madroño para combustible.

El madroño en los montes de Cartagena. 

En la actualidad, el madroño es un árbol muy raro y localizado muy puntualmente en algunas umbrías  protegidas de nuestras sierras, donde la menor incidencia de la insolación compensa la deficiencia de recursos hídricos. Pero, con toda seguridad, el madroño tuvo que estar mucho más ampliamente presente en nuestras sierras en el pasado.

Existen topónimos que nos desvelan la existencia de antiguos madroñales, como la Vertiente del Madroñal, cerca de Atamaría, en el Parque Regional de Calblanque, donde hoy día no queda ninguno o el barranco de La Madroñera, cerca de Las Palas, en la Sierra del Algarrobo, indicativo también de la antigua presencia de esta especie.

Nosotros hemos escuchado, por otro lado, testimonios orales del consumo de frutos de madroño de árboles que se encontraban a lo largo del camino que, bajo el cortado de Peñas Blancas, realizaban diariamente los mineros que trabajaban en las minas de Colón. Hoy en día, salvo que puedan quedar ejemplares encaramados sobre la pared de Peñas Blancas a los que solo se pueda acceder por medio de escalada, parece que tampoco queda nada de aquellos madroños de Peñas Blancas. 

Cortado de Peñas Blancas

El camino a las minas de Colón entre palmitos y aladiernos.

En el Cabezo del Horno de Calblanque existió un grupo de seis madroños de buen porte de los cuales llegamos a ver tres de ellos vivos, aunque en mal estado, en el año 2012. La sequía de 2014 acabó con dos de ellos y el tercer superviviente terminó muriendo sobre el año 2017. Los madroños de Calblanque crecían en unos bancales junto con encinas (Quercus ilex), ruscos (Ruscus aculeatus) y majuelos (Crataegus granatensis), todas ellas, especies indicativas de la presencia de antiguos encinares en esta zona en épocas anteriores. Pensamos que el exceso de pinos y la competencia con éstos por el agua y la luz es lo que puede haber producido la muerte de unos ejemplares que eran posiblemente centenarios. 

Madroño del Cabezo del Horno de Calblanque en 2012

Rusco (Ruscus aculeatus) en el Cabezo del Horno de Calblanque

En la Sierra de La Muela, en una zona de muy difícil acceso y apartados de la zona en la que estamos llevando a cabo nuestro proyecto de restauración forestal-, el biólogo de ANSE Jorge Balibrea, descubrió en los años 80 una población de madroños de los cuales recogió semillas. Hace unos años, en un par de ocasiones, intentamos ascender por los cortados de la umbría de La Muela para volver a verlos con el fin de fotografiarlos y geolocalizarlos, pero no tuvimos éxito. Junto con los madroños, Jorge Balibrea también descubrió de nuevo especies propias de encinares como ruscos y algunos pies de labiérnago negro (Phillyrea media) - éstos sí los vimos-, una especie muy rara en la Región de murcia y declarada en peligro de extinción. 

Lábiernago negro (Phillyrea media)

Afortunadamente, las semillas recogidas por Jorge Balibrea germinaron y actualmente existen en el vivero de ANSE buenos ejemplares productores de fruto procedentes de aquellos árboles encontrados en la Sierra de la Muela.  

 Madroño en el vivero de ANSE procedente de semillas de los de La Muela.

El mejor madroñal con un buen número de individuos y en buen estado de conservación lo podemos encontrar en El Esparrillar, entre Cartagena y Mazarrón, cerca de la rambla de Valdelentisco. Allí, junto a aladiernos, palmitos y enebros, crecen unos 50 pies de porte mediano y que producen fruto regularmente. 

Madroños en El Esparrillar


Madroños en El Esparrillar


Madroños en El Esparrillar


Madroños en El Esparrillar


Madroños en El Esparrillar

En el vivero de ANSE también se conservan ejemplares productores de fruto y que proceden de semillas recogidas hace más de veinte años de estos madroños. 

Descubriendo nuevas poblaciones de madroños. 

Además de todos estas localizaciones que eran ya conocidas por los botánicos locales y por la administración, en 2011, y por medio de las referencias de Manuel, pastor del Campillo de Adentro y que decía conocer un arbusto que daba 'bolicas rojas', Eduardo Agüera, un compañero de la asociación, descubrió un ejemplar solitario de un madroño encaramado en una grieta de una roca en la zona del Tajo de los Monteses, cerca de la rambla de La Azohía.

 
Madroño en el Tajo de los Monteses

A unos 50 metros de este pie nos encontramos un joven brinzal de madroño de unos tres o cuatro años que debía proceder del anterior. Resulta increíble comprobar la asombrosa resistencia de este árbol que crece en un entorno extraordinariamente árido y directamente desde la grieta de una roca. 

Por último, en 2018, nuestro compañero de ARBA Cartagena, Bertrand Alcaraz, descubrió el mayor y mejor conservado madroñal de la costa de la Región de Murcia bajo el Cabezo de la Estrella, cerca de El Portús. Entre palmitos, aladiernos y enebros aparecieron un montón de pies de madroño con unos muy buenos portes y en un excelente estado fitosanitario. 


Madroños del Cabezo de la Estrella

Madroños del Cabezo de la Estrella


Madroños del Cabezo de la Estrella
  
Madroños del Cabezo de la Estrella

Madroños del Cabezo de la Estrella


Bertrand bajo uno de los madroños del Cabezo de la Estrella

Tenemos noticias también de la existencia en el pasado de madroños en el Barranco de la Víbora, en la subida a Peñas Blancas desde el este, pero, hasta ahora, no hemos conseguido encontrar ninguno. Si conoces de la existencia de algún madroño por nuestros montes, por favor, comunícanoslo para poder recogerles semillas y tratar de reconstruir genéticamente la población original de esta especie en las sierras de Cartagena. 

Recuperando los madroños cartageneros.

Como es una especie que produce flores y frutos en invierno generando alimento para aves e insectos y, además, es un árbol que nos encanta, hemos pensado que los madroños se merecen recuperar sus antiguos dominios perdidos, así que la hemos incluido como especie prioritaria en los proyectos, tanto de 33 en Verde en La Unión como en el Proyecto Fénix de La Muela. Ambos lugares cuentan con especiales condiciones de humedad al estar orientados a norte y recibir la humedad directa del mar - esto en el caso de La Muela-. Además, los suelos silíceos del Sancti Spíritu, favorecen la implantación de esta especie en La Unión. 

Los madroños que estamos plantando proceden con exclusividad de frutos de los individuos que ANSE mantiene en su vivero que provienen, como ya hemos comentado, de La Muela y de El Esparrillar. En un futuro próximo esperamos tener descendencia también de los madroños que descubrimos en el Cabezo de la Estrella, para consolidar la diversidad genética de los madroños de nuestras sierras. 

 Madroños en el vivero de ANSE procedentes de ejemplares de El Esparrillar y La Muela.

Durante el invierno de 2018 llevamos a cabo la plantación de unos 70 plantones de madroño en la umbría de la Sierra de La Muela. 

Plantación de madroños en la umbría de La Muela

Más de un año después, estos madroños están perfectamente asentados y muestran crecimientos muy notables. 

Madroño plantado en 2018 en La Muela. 

Madroño plantado en 2018 en La Muela. 

Y en esta última foto os mostramos cómo está ya germinando la siguiente hornada de madroños que llenarán nuestras sierras litorales. En estos alveolos está el futuro de esta especie en los montes de Cartagena y La Unión. 



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Nuestro objetivo es dejar un medio ambiente mejor a los que vienen detrás de nosotros. Queremos recuperar los bosques y arbustedas que hace siglos cubrían nuestros montes. ¿Te animas a echar una mano? Puedes venir a colaborar con nosotros físicamente y poner tus manos y tu trabajo, o, si no tienes esa posibilidad, puedes apoyar económicamente a ARBA Cartagena - La Unión y nosotros plantaremos esos árboles por ti. Tienes la información en nuestra web.