sábado, 18 de abril de 2020

La mesa de Cicerón: el ciprés de Cartagena en la historia.


EL ÁRBOL DEL ATLAS.

"El monte del Atlas es conocido por un bosque peculiar del que ya hemos hablado. Sus habitantes son los moros, que tienen gran abundancia de tuyas y una locura por las mesas que las mujeres les echan en cara a sus maridos en respuesta a la suya por las perlas. Se conserva hoy día una mesa de Marco Cicerón, comprada por quinientos mil sestercios, a pesar de su falta de recursos (...). Se recuerda también una de Asinio Galo, de un millón de sestercios. Se vendieron además dos, procedentes del rey Juba: el precio de una de ellas fue de un millón doscientos mil sestercios, el de la otra de un poco menos. Se perdió hace poco en un incendio una que venía de los Cetegos, que se había comprado a cambio de un millón trescientos mil sestercios, precio tasado para una hacienda (...)".

'El symposium' cuadro del pintor alemán del siglo XIX Anton Von Werner.


Hace 2000 años, comenzaba así Plinio el Viejo en su libro 'Naturalis Historia' la descripción de la cordillera del Atlas y sus bosques de tuya de Berbería, el árbol que en España conocemos como ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata). Es ésta una de las primeras menciones a esta conífera en fuentes históricas. El propósito de esta entrada de nuestro blog es hacer un recorrido por la presencia de este árbol en la historia tanto desde un punto de vista global como local. 

Ya hemos comentado en otras ocasiones en este blog la relevancia que supone la existencia de esta especie en nuestros montes. El ciprés de Cartagena es una especie iberoafricana, que estuvo presente en los bosques subtropicales de la Europa del periodo terciario. En la actualidad, se distribuye por amplísimas extensiones de los montes del Atlas de Marruecos, Argelia y Túnez, siendo sus únicas poblaciones continentales europeas las que se encuentran en la Sierra Minera de Cartagena-La Unión. 

Continuaba Plinio en su libro describiendo las mesas hechas con la madera de este árbol: 
"Hasta el momento la más grande era una, encargada por mandato del rey Ptolomeo de Mauritania, formada por dos semicírculos, de cuatro pies y medio de diámetro y de un grosor de un cuarto de pie y, en ella, además, es mayor la maravilla del arte con el que se disimuló la unión que la hubiese logrado la naturaleza. Ahora bien, de una sola pieza, la mayor es la que toma el nombre de Nomio, liberto de César, que tiene cuatro pies menos tres cuartos de pulgada y un grosor de un pie menos otro tanto.


En este punto parece que no hay que pasar por alto que el emperador Tiberio tenía una mesa de cuatro pies y dos pulgadas, pero su grosor total era de una pulgada y media; estaba simplemente recubierta de una lámina de tuya, mientras que la de su liberto Nomio era tan espléndida".


Fotomontaje con la reconstrucción hipotética de la mesa del liberto de Tiberio en la que nos hemos entretenido durante la cuarentena. 

Ya en tiempos de Plinio se había producido una sobreexplotación tan intensa de la madera de tuya, que algunas de sus fuentes de producción se encontraban agotadas en los montes de la Mauritania Cesariense, la actual Argelia. 
" Esta madera es una excrecencia de la raíz, y la más apreciada es la que ha estado totalmente bajo tierra y es más rara que las que brotan por encima y también en las ramas; y eso que se paga tan caro, es en realidad un defecto del árbol, cuyo tamaño, así como el de sus raíces, puede determinarse por sus círculos. Son parecidos al ciprés hembra, en incluso al silvestre por la hoja, la fragancia y el tronco. Se llama Ancorario a un monte de la Mauritania Citerior, ya agotado, que producía la tuya más apreciada".
Mencionaba incluso este autor la presencia del ciprés de Cartagena en la Cirenaica, actual Libia, unos 300 años antes de redactar su libro, lugar donde hoy la especie se encuentra extinta.
"Teofrasto, que escribió esto muy poco después de la época de Alejandro Magno, hacia el año 440 de la fundación de la ciudad de Roma, muestra ya gran estima por este árbol, y cuenta que de él se recordaban aún los paramentos de los templos antiguos y una especie de inmortalidad de la madera que no se pudría, en contra de todos los defectos propios de los techos. Añade que nada es más veteado que la raíz, ni de ninguna otra parte salen objetos más preciosos; que, por otro lado, este árbol es predominante en los alrededores del santuario de Amón y que también nace en la parte interior de la Cirenaica".
La madera de Tetraclinis es de una extraordinaria calidad, imputrescible, muy densa, resistente y ligera, al tiempo que aromática y de una gran belleza. Para no saturar esta entrada del blog, hemos añadido al final de este artículo las excepcionales cualidades que Plinio atribuye a la madera de este árbol, por si quieres seguir su narración. 

Artesanía marroquí realizada con madera de Tetraclinis articulata.


La confección de mesas de los tamaños que mencionaba Plinio resulta hoy día imposible, al no quedar cipreses de tal antigüedad y tamaño que permitan extraer tablones de esas dimensiones. Con toda seguridad, se trataba de árboles monumentales, con muchos siglos de vida, ejemplares quizás milenarios, y de los que no queda en la actualidad rastro alguno.

En Essaouira, ciudad situada al sur de Marruecos y rodeada de enormes bosques de Tetraclinis articulata, se mantiene una pujante industria artesanal de confección de pequeños objetos típicos realizados con madera de esta especie.


Sabinar de Tetraclinis articulata en Essaouira.

Artesanía de madera de Tetraclinis articulata en el zoco de Essaouira.


Sorprendentemente, a pesar de haber estado presumiblemente presente en las sierras de Cartagena durante el periodo de dominación romana, nuestro árbol no fue utilizado en la construcción del monumento más importante de la antigüedad en la ciudad: el teatro romano de Carthago Nova.  Fue este teatro edificado durante el principado de Augusto, entre los años 5-1 a.C., con materiales de extraordinaria nobleza importados directamente de talleres imperiales. Del estudio de las maderas carbonizadas encontradas en el yacimiento, se descubrió que se habían usado maderas locales de especies del género Juniperus (enebros y sabinas), árboles con una madera de excelente calidad pero  reducido tamaño, así como de pino carrasco, cuya madera es de mucha peor calidad y probablemente se empleó en estructuras secundarias o en el mobiliario. De entre los restos desenterrados destacaron notablemente varios fragmentos carbonizados de vigas de abeto común (Abies alba), una especie que produce una madera de gran resistencia y especialmente apta para la construcción por sus troncos de porte recto y enorme tamaño. ¿Fueron estas vigas quizás empleadas en el tornavoz? Esta madera de abeto fue, sin ninguna duda, importada, ya que es un árbol cuyos requerimientos hídricos hacen imposible su suministro de ninguna fuente cercana: los abetos más cercanos a Cartagena se encuentran en las cumbres de los Pirineos, pero es posible que las vigas usadas en el teatro romano llegaran desde Italia junto con las otras piezas marmóreas elaboradas en Roma.   

Reconstrucción virtual del teatro romano de Cartagena. 

Siendo la madera de Tetraclinis articulata tan adecuada para la construcción como la del abeto ¿Por qué no se utilizó madera de este árbol en la edificación del teatro romano de Cartagena? Es una pregunta difícil de responder. Quizás las poblaciones locales habían sido muy esquilmadas durante el periodo de expansión de la minería en los siglos anteriores y no quedaban ejemplares con suficiente porte cuya madera pudiera ser usada como elemento estructural. Esta madera tampoco aparece siquiera en elementos constructivos menores, como sí ocurre con la madera de sabinas y enebros.  

DURANTE LA EDAD MEDIA Y MODERNA. 

El siguiente testimonio histórico del uso de la madera de ciprés de Cartagena la encontramos referida a la techumbre de la mezquita de Córdoba, construida a partir del siglo VIII. En el siglo XVI, Ambrosio de Morales hablaba de la utilización de la madera de alerce, como a veces se denomina también  a este árbol, en las vigas de la mezquita de esta manera:   
"El techo de toda la Iglesia, siendo de madera y labrado y pintado de diversas maneras, tiene una riqueza increíble, como se ira entendiendo en lo siguiente. La madera es toda de alerce, y es como pino, mas muy oloroso, que solo lo hay en Berbería, y desde allá se trujo por la mar. Y las veces que han derribado algo de la iglesia para nuevos edificios ha valido muchos millares de ducados la madera del despojo, para hacer vihuelas y otras cosas delicadas." Ambrosio de Morales en 1577.


En la actualidad, la techumbre de la mezquita es una reconstrucción moderna de principios del siglo XX, quedando restos de las primitivas vigas expuestas en el patio de los naranjos. Algunas de estas vigas además fueron protagonistas recientes de algún escándalo internacional al haber sido exportadas ilegalmente a Londres.  






Continuando con la narración temporal, encontramos testimonios del uso de la madera de alerce en la construcción de las naves de los moros berberiscos a principios del siglo XVI.  De hecho, ha sido mencionada por la historiografía la explotación de la madera de los bosques norteafricanos de Tetraclinis articulata para la construcción naval como uno de los motivos principales de la política conquistadora en el norte de África por parte de Fernando el Católico. En especial, parece que se ansiaba el dominio del Peñón de Vélez de la Gomera, tomado en 1506, por su proximidad a uno de los más importantes bosques de esta especie, en lo que hoy constituye el Parque Nacional de Alhucemas, en Marruecos.

Tetraclinis articulata en el Parque Nacional de Alhucemas. Fuente: El Español

De esta manera quedó relatada la ventaja que la utilización de esta madera, más resistente y ligera, concedía a los navegantes berberiscos sobre los barcos de los cristianos en un documento remitido por un cronista anónimo al cardenal Cisneros, principal promotor de las campañas españolas en el norte de África. 
"(...) porque son los navíos de los cristianos pesados, por ser la madera de encina o de quejigo o alcornoque y de pino, además que las llevan cargadas de botas de vino y de agua y de muchas vituallas, porque no son los cristianos medidos en el comer, que nunca se piensan ver hartos; y por el contrario, son los navíos de los moros, que son muy livianos, porque es la madera de alerce, que es muy liviana y fuerte, y tráenlos muy livianos, para poder alcanzar a huir, porque no traen vituallas sino para seis u ocho días; además que la gente de los moros es muy dispuesta para remar, porque usan de lo necesario, porque les va mucho en ello, que si los toman, son muertos o cautivos, y por eso buscan lo necesario."

El Peñón de Vélez de La Gomera en un dibujo de la época. 

Sobre la importancia de los bosques próximos a Vélez de la Gomera, continuaba el cronista relatando a Cisneros:
A lo que mi juicio es en lo que toca al acontecimiento de destruir a Vélez es que vuestra alteza debería mandarlo hacer, pero antes es bien que lo vean personas que lo sepan juzgar, para que se haga lo más sin peligro de la gente que pueda ser, porque esto es lo que vuestra alteza querrá; y que quien lo fuere a ver, mire si será bien dejar fuerza en el peñón solamente o en alguna parte de lo que está poblado, para que una vez destruido no tornen a poblarla, porque no tiene en todo el reino de Fez y Tremecén lugar en la costa de tal aparejo para los navíos como en Vélez, por causa de la madera de los alerces, que los hay en Vélez y muchos y no en otra parte de la costa, y quitados los moros de allí no habrán manera como hiciesen navíos tan ligeramente como allí los hacen. Y a quien esto vuestra alteza mandare sea persona que lo haga y mire como convenga a servicio de vuestra alteza .”
Ya el siglo XIX, el interés por este árbol africano llevó a la introducción en España de diversos ejemplares de esta especie procedentes de África. Durante el reinado de Isabel II, hacia 1854, algunos fueron plantados en el parque de María Luisa de Sevilla, también en el jardín botánico de Jérez, así como en el jardín botánico del Malecón de Murcia, entre otros lugares, de forma que, cuando en 1904 se descubrieron los ejemplares cartageneros, Jiménez Munuera afirmó en su publicación que "en el jardín botánico de Murcia hay también un magnífico ejemplar que no tendrá menos de 6 a 8 m de altura". En la actualidad, este árbol mide más de 12 metros.

Ejemplar casi bicentenario del Jardín botánico de Murcia del Malecón. Fotografía de José Antonio López Espinosa.


TETRACLINIS ARTICULATA EN NUESTRAS SIERRAS DE CARTAGENA.


No existe constancia en fuentes históricas sobre la presencia del ciprés de Cartagena en nuestros montes hasta que, como hemos mencionado antes, en 1904 el botánico aficionado Jiménez Munuera descubriera la existencia de algunos ejemplares en la zona de Portmán. 


Fotografía de los primeros Tetraclinis articulata - en aquel momento Callitris quadrivalvis- descubiertos en Cartagena en 1904.  

La ausencia de testimonios sobre esta especie en nuestros montes es muy extraña. Así por ejemplo, no aparece ninguna mención al uso de la madera de este árbol en la construcción naval de barcos de la Armada Española en el Arsenal que se construyó en la ciudad de Cartagena a principios del siglo XVIII y que convirtió a la ciudad en el principal complejo industrial de todo el Mediterráneo durante aquella época. Al ser la madera de pino carrasco (Pinus halepensis) -  el pino presente en la zona- inservible para la construcción de navíos, se tuvo que recurrir a traer desde la Sierra de Segura madera de pino rodeno (Pinus pinaster), también llamado marítimo por su uso en las cuadernas y mástiles de una sola pieza de los bergantines, galeras y resto de buques construidos en las atarazanas de la ciudad. 

Quizás desde tiempos remotos, los bosques de ciprés de Cartagena de nuestras sierras se encontraban en un estado tan precario que habrían pasado desapercibidos hasta una fecha tan tardía como 1904. Jiménez Munuera no fue capaz de localizar más de 5 ejemplares en toda la zona, explicitando en todos los casos su escaso porte debido a las talas continuas. Hay que tener en cuenta, además, que su distribución se corresponde exactamente con las zonas de mayor actividad minera de las sierras de Cartagena y La Unión, lo que hace presumible una muy intensa explotación de su madera desde hace milenios. 

Con el descubrimiento de Jiménez Munuera, la especie Tetraclinis articulata se sumaba a la larga lista de endemismos iberoafricanos que poblaban nuestros montes, tales como el arto (Maytenus senegalensis), el cornical (Periploca angustifolia), el oroval (Withania frutescens), el cambrón (Lycium intricatum) y tantos otros que conforman la naturaleza del sureste de la Península Ibérica como una de las más biodiversas de Europa. El ciprés de Cartagena se convertía así en el más relevante ejemplo de esta biodiversidad y se coronaba como las más importante joya del medio ambiente de la Región de Murcia. 

Bosquete de ciprés de Cartagena de repoblación en el entorno de Cala Cortina.

¿Y SI EL CIPRÉS DE CARTAGENA NO FUERA AUTÓCTONO DE NUESTROS MONTES?

Sin embargo, hace unos 5 años, unos estudios genéticos preliminares realizados para las poblaciones cartageneras de Tetraclinis articulata sacudieron los cimientos de los medios académicos medioambientales de la Región de Murcia: De los análisis llevados a cabo de las poblaciones del Tetraclinis de varias localizaciones de su área de distribución se concluía que los ejemplares cartageneros estaban bastante distanciados genéticamente de los marroquíes y argelinos y se emparentaban, sin embargo, con las poblaciones de Túnez y Malta.

Unos resultados de este tipo carecían a primera vista de lógica alguna: Parecía del todo inverosímil que esta especie hubiera colonizado el sureste de la Península Ibérica a través de Túnez, y no desde Marruecos, cruzando el estrecho de Gibraltar con ocasión del episodio de desecación del Mar Mediterráneo hace unos 6 millones de años, en la denominada crisis salina del Messiniense.  

Esta improbable conexión con las poblaciones tunecinas planteó entonces la posibilidad de que la especie hubiera sido introducida. Sin embargo, existían datos arqueológicos que refutaban esta teoría: están documentados restos de carbones de esta especie en varios yacimientos prehistóricos y de la antigüedad romana en el sureste peninsular, desde la edad del cobre en Los Millares (Almería) hasta el periodo republicano romano en la Punta de los Gavilanes de Mazarrón.  

Presencia de carbones de Tetraclinis articulata en yacimientos arqueológicos. 1- Los Millares, Almería (3.300-2.200 a.C.) 2- Cerro de las Viñas de Lorca (2300-1500 a.C) .3- Fuente Álamo de Cuevas de Almanzora (2300-1500 a.C.) 4-Punta de los Gavilanes, Mazarrón (1300-700 a.C. y 100 a.C) 5- Morro de la Mezquitilla, Málaga (700-400 a.C.) 6- Coimbra del Barranco Ancho, Jumilla (600-200 a.C.).

Se planteó entonces una extavagante hipótesis: Tetraclinis articulata fue una especie autóctona del sureste de la Península Ibérica que se extinguió y fue reintroducida por los carthagineses con ejemplares tunecinos en la sierra Minera de Cartagena-La Unión con el fin de utilizar su madera para el entibado de las minas de plata.

El asunto incluso llegó a salir en prensa: 


Parece que últimamente el extremo forzamiento de este argumento ha dado paso a la aceptación de que las poblaciones de esta conífera en la zona de Cartagena son de origen natural y que su emparentamiento con las poblaciones tunecinas se debe a la complejidad del proceso de dispersión, fruto de la azarosa evolución geológica del  Mar Mediterráneo. Por otro lado, cuando se pone en duda la naturaleza autóctona del ciprés de Cartagena en nuestros montes, no se tiene en cuenta que los bosques de Tetraclinis articulata no están compuestos por una sola especie y que las sierras de Cartagena y La Unión albergan bosques idénticos, con todas sus especies relevantes y cortejo florístico, a los que podemos encontrar en amplias zonas del Atlas marroquí y argelino. No hablamos de la presencia de una sola especie sino de que tenemos en nuestros montes un bosque del Atlas completo, con todos sus elementos constituyentes (a excepción de los componentes faunísticos, como los macacos de Berbería). 

EL CIPRÉS DE CARTAGENA EN LA ACTUALIDAD. 


Con el abandono de la actividad minera, la población de Tetraclinis articulata se ha ido recuperándo lenta pero exponencialmente, duplicándo sus efectivos cada diez años. De las escasas decenas de ejemplares a principios de siglo XX hemos pasado a una población de entre 8.000 y 10.000 individuos. 


El hábitat de Tetraclinis articulata ha sido considerado como prioritario por la Unión Europea y ha sido objeto de varios programas de conservación, destacando la concesión de un programa LIFE que se ha venido desarrollando en los últimos años.  


ARBA CARTAGENA Y EL TETRACLINIS ARTICULATA. 


Nuestra asociación está en la actualidad llevando a cabo dos programas de recuperación del hábitat de esta especie: 


Bajo el nombre de Proyecto Fénix, el primero de estos proyectos se ha venido llevando a cabo, desde el año 2017, en el área incendiada del espacio protegido de la Sierra de La Muela, donde un gran incendio en 2012 acabó con 65.000 m2 de pinar de repoblación y donde llevamos hasta el momento implantados con éxito unos 3.500 árboles, entre cipreses de Cartagena, lentiscos, aladiernos, madroños, palmitos, acebuches, encinas y coscojas, entre otros. Nuestro objetivo es el de terminar en 2021 con la cantidad de 5.000 árboles en total. El propósito de este proyecto es el de sustituir el pinar de repoblación incendiado, un ecosistema muy pobre y vulnerable al cambio climático, incendios y plagas, por un bosque de Tetraclinis articulata, más biodiverso y resistente. Si quieres saber más sobre este proyecto, puedes consultar aquí. 



Jornada de plantación en una ladera de solana de la Sierra de La Muela.


Ejemplar de Tetraclinis articulata de dos años en La Muela.

El siguiente proyecto de ARBA Cartagena relacionado con Tetraclinis articulata y denominado '33 en verde', se ha comenzado este pasado año 2019 en pleno corazón de la sierra Minera de La Unión, bajo el monte del Sancti Spíritu, en el denominado Parque Minero, un espacio muy degradado por siglos de actividad minera. En un terreno de propiedad del Ayuntamiento de La Unión se han implantado hasta la fecha unos 1.000 árboles de las mismas especies que los plantados en la Sierra de La Muela pertenecientes al hábitat de Tetraclinis. Destacamos especialmente en este proyecto la participación de ARBA Cartagena en el programa de recuperación de la jara de Cartagena (Cistus heterophyllus), una especie en peligro crítico de extinción en España y característica de los bosques de ciprés de Cartagena en el norte de África. Este proyecto se desarrollará a lo largo de los próximos 4 años extendiéndose hacia parcelas colindantes, para lo cual ya se ha obtenido el permiso de los propietarios y tiene el objetivo final de implantar en el monte unos 5000 árboles. Si quieres conocer un poco más de este proyecto, puedes consultar la esta entrada de nuestro blog. 


Jornada de plantación en el Parque Minero de La Unión. 

Santiago, uno de los compañeros de ARBA, plantando una jara de Cartagena.

Ejemplar de jara de Cartagena de los plantados esta pasada temporada en flor.

Para terminar con esta sección, os dejamos un precioso vídeo emitido en televisión española sobre nuestras poblaciones de ciprés de Cartagena en el que se comentan algunos de los asuntos que hemos mencionado aquí. 



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Nuestro objetivo es dejar un medio ambiente mejor a los que vienen detrás de nosotros. Queremos recuperar los bosques y arbustedas que hace siglos cubrían nuestros montes. ¿Te animas a echar una mano? Puedes venir a colaborar con nosotros físicamente y poner tus manos y tu trabajo, o, si no tienes esa posibilidad, puedes apoyar económicamente a ARBA Cartagena - La Unión y nosotros plantaremos esos árboles por ti. Tienes la información en nuestra web. 


Algunas referencias. 

Callitris quadrivalvis, nueva para la flora de Europa.




MANUAL DE EVALUACIÓN Y GESTIÓN DEL HÁBITAT 9570*: BOSQUES DE TETRACLINIS ARTICULATA

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Plinio el Viejo: 'Historia Natural, Los bosques del Atlas'.

"QUÉ ES LO QUE SE ALABA O SE REPRUEBA DE ELLAS.
La cualidad preferida de las mesas está en relación con sus vetas crespas o en pequeños remolinos. Lo uno se da en sentido alargado y, por ello, se llaman atrigradas; lo otro, en círculo, y por ellos, tales mesas se llaman panterinas. También las hay crespas en ondas, con mayor atractivo si se parecen a los ojos de la cola del pavo real.
Un gran atractivo, pero tras estas últimas, (fuera de las citadas anteriormente) lo ofrecen las crespas en una densa aglomeración como si fueran granitos, las cuales, debido a su semejanza por este hecho con el apio, reciben el nombre de 'apiadas'. Pero el mayor atractivo de todos radica en su color: el más agradable de éstos es del vino con miel, que refleja el color de su correspondiente vino. Después viene el tamaño: gustan ahora todas las mesas de un tronco entero y las de varios en una sola.
Imperfecciones de las mesas son: el 'leño' - recibe este nombre la madera sencilla y con vetas sin realce y sin orden, o con las vetas dispuestas a modo de las hojas del plátano- , asimismo que sea semejante a la carrasca en las vetas o en el color y también las grietas o las ralladuras que parecen grietas, de lo que son culpables sobre todo el calor y los vientos; también es una imperfección la 'murena', línea negra que atraviesa la madera, y el color adquirido como consecuencia de diferentes manchitas de la corteza, a semejanza de las adormideras, tirando a negro en su conjunto, así como las manchas de diversos tonos.
Los pueblos bárbaros entierran los troncos recién cortados tras embadurnarlos de cera: los artesanos, sin embargo, los colocan sobre montones de trigo durante siete días, y dejan pasar otros tantos, y llama la atención el peso que pierden de esta manera. Los naufragios han hecho ver recientemente que también este tipo de madera se seca en el mar, por lo que consigue una dureza incorruptible, y que de ninguna otra forma se compacta más. Este tipo de mesas se conservan muy bien y se abrillantan frotando con las manos secas, especialmente tras el baño, y no las estropean los vinos, como si hubieran nacido para ellos.
Entre los pocos elementos de una vida más espléndida se halla este árbol, por lo que me parece que debo insistir un poco más en él. Fue conocido incluso por Homero. En griego se denomina thyon, otros lo llaman thya. Relata él que este árbol se quemaban entre otros elementos aromáticos, para placer de Circe, a la que quería que se considerase una diosa, con gran error de los que entienden como perfume aquel término, precisamente cuando en el mismo verso cuentan que ardían el alerce y el cedro a la vez, con lo que se refería sólo a árboles.
Teofrasto, que escribió esto muy poco después de la época de Alejandro Magno, hacia el año 440 de la fundación de la ciudad de Roma, muestra ya gran estima por este árbol, y cuenta que de él se recordaban aún los paramentos de los templos antiguos y una especie de inmortalidad de la madera que no se pudría en contra de todos los defectos propios de los techos.
Añade que nada es más veteado que la raíz, ni de ninguna otra parte salen objetos más preciosos; que, por otro lado, este árbol es predominante en los alrededores del santuario de Amón y que también nace en la parte interior de la Cirenaica. No habla, sin embargo, de las mesas, y no existe en ninguna otra parte mención de ninguna anterior a la de Cicerón, por lo que parece que son modernas".

lunes, 6 de abril de 2020

La tapenera de la Sierra Minera, un endemismo de nuestros montes.



La señora doña Paquita, del pueblo de Alumbres, tenía la costumbre de salir en verano, bien temprano por la mañana, a recoger alcaparras de un grupo de tapeneras que tenía cerca de su casa, en la mina La Parreta. Doña Paquita se quejaba amargamente a nuestro amigo, el botánico José Antonio López Espinosa, de que sus esfuerzos matinales no se vieran suficientemente recompensados en forma de botes de conservas llenos de hermosas tápenas encurtidas para usar durante todo el año. 

Doña Paquita recogiendo alcaparras en Alumbres. Fuente: Ioannes Laurentius fotografía

Ella no lo sabía, pero sus botes no se llenaban porque hacía la recolección de una especie de tapenera diferente de la tapenera común (Capparis spinosa), que es la que suele utilizar, con mejores rendimientos, para la recogida de alcaparras, tallos y caparrones.


Alcaparras (botones florales), tallos y caparones (frutos) encurtidos de la tapenera común.

Los arbustos de los que doña Paquita recogía sus alcaparras eran ejemplares de la tapenera de la Sierra Minera (Capparis zoharyi), una especie más del catálogo de endemismos iberoafricanos, plantas que se distribuyen entre el norte de África y el sur de la Península Ibérica y que entraron en el continente europeo cuando el Mar Mediterráneo se secó hace unos 6 millones de años. Esta tapenera tiene un área de distribución amplia, pero muy puntual, desde Marruecos y Argelia hasta Turquía e Israel, siendo sus únicas poblaciones conocidas en Europa las de la Sierra Minera de Cartagena-La Unión. En el Mediterráneo oriental es conocida como tapenera de Jerusalem, encontrándose algunos ejemplares de esta especie en el conocido muro de las lamentaciones de la Ciudad Santa, único resto en pie del segundo templo de Jerusalem.

Donald Trump y las Capparis zoharyi del muro de las lamentaciones de Jerusalem.

La presencia de la tapenera de la Sierra Minera, como especie diferente de la tapenera común, no había sido advertida en nuestras sierras hasta 1996, cuando un gran ejemplar de este arbusto en Atamaría llamó la atención de dos botánicos murcianos, Francisco Alcaraz y Diego Rivera, quienes la identificaron como Capparis aegyptia. Sin embargo, en 2006, la botánica Cristina Inocencio la describió como especie nueva para la ciencia con el nombre de Capparis zoharyi.

Primer ejemplar de la especie descrito en Atamaría, recientemente desbrozado por la dirección general de carreteras.  Fotografía de José Antonio López Espinosa

La situación de Capparis zoharyi en nuestras tierras era totalmente desconocida, y no fue hasta 2013 cuando José Antonio López Espinosa tomó la iniciativa de hacer un primer estudio y censo de la especie para conocer la situación real de esta tapenera en nuestra comarca. Sabiendo de nuestra afición a patear el monte, José Antonio aceptó la colaboración que le ofrecimos para la confección del censo y descubrimos para el mismo dos poblaciones nuevas desconocidas hasta ese momento: una muy abundante en el monte San Julián y otra, más reducida, en el entorno de Galeras, la única al oeste de la ciudad de Cartagena. Del censo final salieron unos 350 ejemplares en 26 núcleos poblacionales distribuidos mayoritariamente entre el monte San Julián y el Cabezo de San Ginés, con algunos ejemplares dispersos al este y al oeste de estas localidades. Las mayores poblaciones son la ya citada de San Julián, otra en el entorno de Cala Cortina y una más en Escombreras, siendo esta última la más abundante. También, junto con José Antonio López Espinosa, bautizamos en ese momento a esta planta con el nombre común de tapenera de la Sierra Minera para la página de Región de Murcia Digital.

Tapenera de la Sierra Minera en la carretera de acceso a Navantia.

Diferencias entre la tapenera común (antes Capparis spinosa y ahora Capparis sicula) y la tapenera de la Sierra Minera (Capparis zoharyi).


Llama la atención que, aún siendo las diferencias entre Capparis spinosa y Capparis zoharyi bastante evidentes, nadie hubiera reparado en la existencia de esta tapenera como especie diferente de la tapenera común, hasta fechas tan recientes. Las principales diferencias son éstas: 

- Porte: La tapenera común presenta porte rastrero, sin tronco, mientras que la tapenera de la Sierra Minera tiene un porte elevado con presencia de tronco, que puede llegar a ser bastante grueso en ejemplares añosos. 

Ejemplares de C.spinosa (izquierda) y C.zoharyi (derecha)


- Hojas. El final de las hojas de la tapenera común es agudo, terminado en punta, mientras que el de las de la tapenera de la Sierra Minera es escotado -con una hendidura hacia dentro-. 



Hojas de C.spinosa (izquierda) y C.zoharyi (derecha)



- Color: La tapenera común tiene un color verde claro amarillento, mientras que el de la tapenera de la Sierra Minera es verde azulado o grisáceo. 



Ejemplares de C.spinosa (izquierda) y C.zoharyi (derecha)

- Fruto: El fruto de la tapenera común tiene la carne roja una vez completamente maduro, el de la tapenera de la Sierra Minera la tiene blanquecina o amarillenta.

Frutos de C.spinosa (izquierda) -Fotografía de echino - y C.zoharyi (derecha)


Resulta que, para complicar un poquito las cosas, las dos especies se pueden cruzar, dando lugar a un híbrido con características intermedias que fue descubierto y denominado Capparis x inocentii (por haber sido descrito en la mina Inocente, camino de El Gorguel) por José Antonio López Espinosa.  

Capparis x inocentii, híbrido de C.spinosa y C.zoharyi en la Mina Inocente. Fotografía de José Antonio López Espinosa. 

Nuestra tapenera está tan perfectamente adaptada al paisaje minero que tiene predilección por los suelos contaminados, márgenes de caminos, muros de edificios mineros abandonados, terraplenes y escombreras producto de la actividad minera. 

Ejemplar en el Lavadero de la mina Remunerada, en el Parque Minero, bajo el camino del 33. 

Ejemplar en flor en la mina La Parreta, en Alumbres. 

Estado de conservación y protección legal. 

La tapenera de la Sierra Minera es una más de las joyas botánicas que atesora nuestra Sierra Minera de Cartagena-La Unión, constituyendo una de las más importantes aportaciones de nuestra flora al contexto de la biodiversidad europea. Por el tamaño de su población y aplicando los criterios de la UICN, se encontraría en peligro de extinción. Sin embargo, la especie no ha sido evaluada hasta el momento y carece por completo de protección legal en el decreto regional de flora protegida ya que su descubrimiento es posterior a éste. Sólo algunos ejemplares se encuentran dentro del área protegida del Parque Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila, estando el resto carentes de cualquier tipo de protección medioambiental. 

Botones florales, como los que usaba doña Paquita para hacer sus encurtidos. 

Por nuestra parte intentaremos aportar algo a su conservación incluyéndola dentro del proyecto de '33 EN VERDE' para restauración ambiental del Parque Minero de La Unión. Teniendo en cuenta la capacidad de esta especie para asentarse en  los suelos afectados por la actividad minera, vamos a probarla como primocolonizadora de suelos degradados y, de paso, colaboramos en su recuperación en nuestra sierra minera. Las semillas están ya sembradas y esperamos que germinen en breve. 

Abeja libando de una flor de tapenera de la Sierra Minera. 
 
Actualización a septiembre de 2020
 
Durante el verano de 2020 comenzaron a germinar las semillas de Cappari zoharyi que habíamos recogido de las minas de La Unión. Fueron pasadas a macetas biodegradables ya que desarrollan un sistema radicular muy débil y, plantadas en alveolo tradicional de plástico, terminaban muriendo con el trasplante al monte. Así están algunas de nuestras tapeneras a septiembre de 2020. 


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Nuestro objetivo es dejar un medio ambiente mejor a los que vienen detrás de nosotros. Queremos recuperar los bosques y arbustedas que hace siglos cubrían nuestros montes. ¿Te animas a echar una mano? Puedes venir a colaborar con nosotros físicamente y poner tus manos y tu trabajo, o, si no tienes esa posibilidad, puedes apoyar económicamente a ARBA Cartagena - La Unión y nosotros plantaremos esos árboles por ti. Tienes la información en nuestra web. 

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Algunas referencias: